Empezamos saltándonos una norma: no hemos alojado el blog en Wordpress; no es porque nos caigan mal, es por sentimentalismo, nuestros primeros blogs, allá por 2003, nacieron en Blogger.
¿Os acordáis del primer nombre de usuario y contraseña que tuvisteis? Yo sí. Fue en 1998 y pertenecía a mi cuenta de correo electrónico de la primera universidad en la que estudié. Aquel año, Titanic ganaba 11 estatuillas en los Oscar, Garbage cantaba I think I'm Paranoid y en España había 200.000 ordenadores conectados. Algo así como si únicamente Pamplona estuviera conectada.
Hasta ese momento, el único correo existente para muchos de nosotros era el correo postal. Yo me carteaba con esos amigos que sólo veía en verano y que, aunque estuvieran en la misma ciudad, parecían vivir en un continente lejano y distinto, ya que el correo postal tenía el don de multiplicar todas las distancias por 1000. Estoy convencida de que esa lejanía impostada se debía a lo largo que se hacía el proceso: escribir una carta, enviarla y recibir una respuesta suponía, al menos, dos semanas enteras. El contenido del mensaje no podía ser caduco. Supongo que antes nos las apañábamos para hablar en clave de futuro, si no las cartas no hubieran tenido ningún tipo de sentido.
Vuelvo a situarme: 1998, mi primer año en la facultad de letras, tengo una cuenta de email y conexión en la universidad. ¿Con quién me escribo si no conozco a nadie que tenga Internet? Porque evidentemente ninguno de mis amigos era uno de esos 200.000 ordenadores conectados. La única persona a la que conocía y que también tenía correo electrónico era... mi padre. Un planazo que me sirvió para conocerle mucho mejor.
Las inauguraciones son complicadas. Al principio no tenemos audiencia, ni tan siquiera Internet la tuvo antes del boom. Y es evidente que la comunicación necesita de un receptor que le dé sentido al mensaje. Del mismo modo, un blog necesita lectores.
Aunque bueno, siempre nos quedará la familia, como sucedió con aquel primer email.