El mar fue surcado por los mayas hacia Belice, Guatemala y Honduras; para sortear el arrecife de coral navegaban en forma paralela hasta que los ventanales del edificio conocido como El Castillo se iluminaban: la señal para ingresar al canal que dividía el arrecife provenía de este faro de piedra. El Castillo cuenta con una ancha escalera exterior que conduce al templo de los Seres Iniciales, dominado por una escultura cuya imagen se reitera en el templo del Dios Descendente y representa al sol poniente.
La Casa del Gran Señor conserva aún pinturas en su interior, en tanto que contra el acantilado se recorta el templo del Viento; el agua se obtenía del cenote que revestía también el carácter de sagrado. Como en el caso de sus antecesores de Chichen Itzá, los mayas que habitaron Tulum dedicaron la ciudad a Kukulcán, deidad dual identificada con el planeta Venus, y también fueron agudos observadores de la bóveda celeste.
Tulum no se agota en la riqueza histórica que contiene, ya que la geografía es pródiga en manglares, fauna diversa y playas para disfrutar, en un contexto de naturaleza apacible que invita a rendirse a la seducción que ejerce la Riviera Maya.
Ixchel en la Isla Mujeres
Después de un paseo por la zona comercial y un almuerzo reparador con sabor a salmón y verduras, el carrito de golf fue el medio de locomoción elegido también por nosotros para recorrer los ocho kilómetros de largo de la isla. Desde el populoso centro hasta los manglares, desde la costa rocosa hasta el faro, arribamos al templo dedicado a Ixchel, la única deidad femenina del panteón maya.
La pequeña zona comercial donde sucumbimos ante un agua de coco helada invita a descansar a la sombra y a conectarse con la imagen de la sensual diosa de la fertilidad, la luna y el amor. Su nombre significa Mujer Arco Iris y toda la isla fue un santuario dedicado a Ixchel; las jóvenes mayas debían peregrinar a rendirle homenaje cuando alcanzaban la pubertad para empaparse de su poderosa energía, en tanto que los hombres se encomendaban a la diosa debido a que su rol maternal la dotaba de la facultad de sanación.
Los restos del pequeño templo se encuentran realzados por la escultura que destaca la belleza de Ixchel en base a la obra de la pintora Diana Urista: la serpiente en la testa como símbolo de sabiduría, collares para adornar los atributos de la nutrición en el plexo cardíaco y la falda del color de la tierra. Aquellos que disfruten sumergiéndose en el mar profundo también podrán contemplar una estatua de Ixchel emplazada bajo el agua, en las proximidades de esta isla que debe su nombre a la profusión de imágenes de la diosa con las que se toparon los navegantes españoles.
Playa del Carmen
En nuestro caso sólo disfrutamos de una visita fugaz para recorrer los cuatro kilómetros de esta peatonal poblada de comercios de todo tipo, desde pequeños sitios para tomar un café a la sombra hasta joyerías donde adquirir alguna pieza de ámbar mexicano, desde perfumerías a los típicos lugares de souvenirs clásicos, la Quinta Avenida no decepciona en cuanto a su fama de paraíso de las compras.
Como sucede con todo periplo resulta casi imposible abarcar la totalidad de posibilidades que ofrece cada lugar; nuestros días volaron y hubo destinos como Playa del Carmen que seguramente merecerán una segunda oportunidad. Mientras tanto la hora de regresar a nuestro país ha llegado y me despido agradeciendo, una vez más, la amable cordialidad del pueblo mexicano.