Revista Diario

Turismo emocional

Publicado el 28 enero 2016 por Evamric2012

TURISMO EMOCIONAL

Amanece despejado, y el sol se despierta descarado en tu sonrisa, a la que se abrazan mis ojos. Y ya van seis semanas.

Sé que el mundo está jodido ahí fuera, y que detrás de los cristales se despereza ya febrero y ya nada sigue igual ante un simulacro en apariencia estático.

Sigue este invierno con disfraz de primavera jugando al escondite entre tus pupilas y mi escote, entre mis manos y tu boca, siguen girando las manecillas del jodido reloj al que mi calendario ya no le cuenta sus razones. No me pidas siempres que no existen para evitarme así tener que pronunciar algún jamás o nunca cuando menos te lo esperes. No quiero más razón de ser que cuando se me cae la poca cordura que me queda, y a ti, la mucha desvergüenza de quitarme el sueño por las noches.

Amanece mi boca en las saetas de ese reloj que no ha cesado de girar desde aquel día en tu ombligo. Hoy ha perdido la vergüenza y se pasea de un lunar a otro, y tira porque le toca.

Me despiertas con un susurro con cara de disparo ¿Quieres quedarte conmigo? Sé que el mundo sigue jodido ahí fuera. Y digo que sí cosiéndote la boca enumerando razones, y es que no has puesto ninguna de esas caras raras en todos estos años cuando te he gritado y en lugar de enojarte te han hecho reír mis arrebatos a los que has dejado dormir hasta el día siguiente, y me escuchas y comprendes en mis peores momentos, esos en los que callas acariciándome entre pecho y espalda, y me haces el amor con una sonrisa mucho antes de perdernos en las sábanas, y cuando nos llamamos a altas horas de la madrugada, no necesitamos preguntarnos si estamos dormidos, ni pronunciar un "disculpa las molestias", sabiendo que es una necesidad encontrarse a destiempo, que soy tu prioridad aunque se te enfríe la cena, y estás ahí pese al paso de los años, aún tras ver lo desagradable e inoportuna, y más rara que un perro verde puedo llegar a ser, porque me has comido el pintalabios y revuelto el pelo antes de llegar al hospital y al llegar de fiesta, porque le escribes versos a mis arrugas y no a mis pestañas, porque me dices te quiero cuando temes perderme, diciéndome que no lo haga y preguntándome si puedes volver a quedarte.

Mañana de paz y grises tímidos.

Sentada en mi bar, escribo con muchas comas, y punto y comas, y suspensivos, para no ahogarme cuando te pienso. Ya luego viene el punto y seguido, y en el aparte estás tú, principio y fin. Ya ves, tú muriéndote por leerme y yo asfixiándome para escribirte.

Es así, hay días que no sé cómo frenar este dejarme llevar. Día marrón.

Esta mañana miré por el retrovisor restos de tempestades y daños colaterales y ajenos, heridas reabiertas, hinchadas y hundidas de culpas, como cuando remas la soledad y lejos de cualquier orilla lo mandas todo al pairo y te da por bailar frente al espejo, regateando principios y miradas como la novia pirata de la nada a la defensiva, ante el arbitrario desencanto de una ruleta rusa que no da con la bala justa, caminas las aceras jodidas, admiras el cielo apagado, consuelas a las maltrechas estrellas, y se inundan los pulmones con el azufre de un paraíso sin derecho de admisión, bebes el breve artificio de quien confunde potencia con intensidad, te comes a mordiscos la temeridad con valentía, y le pones el sonotone a un griterío de sombras y retomas tu revolución. Hasta qué punto es puta la vida y hasta qué punto también lo seré yo, nada que confesar ahora que me arrodillo y no queda ningún Dios, ninguna guerra por la que perder la vida contigo. Y así, quedará algún jueves colgado en el calendario, como este jueves, (qué pinches cabrones son los jueves) hasta que no duela, mi vida, hasta que ya ni me confunda toda esta polvareda.

Llego a nuestra cueva. Tienes una nota, Eva. Desdoblo el papel, puedo olerle la nicotina del desencanto:

"Borracho perdido, abandonado al humo de esquirlas diversas, habité garitos en la espera de que alguien me ofreciese un pecho. En el extremo de la barra; donde todo se condensa. Gracias, nena".

Te recuestas bajo la penumbra en el viejo rincón de siempre. Con la mirada perdida buscas mi voz mientras la tuya se baña en las últimas gotas de alcohol que se perfilan en el escuálido hoyuelo de lo que queda de tu ajado rostro.

Te acaricio con ella, como cada vez que vienes a buscarla. Fiel amante de mis viernes perdidos, el destello centelleante de tu locura se refleja en mi voz al sonar un bolero. Exangüe, cada vez más ronca, y alejada de algunas notas, bajo un amago de dulzura, como siempre he solido hacerlo esperando no ajarte más el alma, te beso la nostalgia con ella. Y entre mi voz y tus notas perdidas, vuelan en sinuosos aleteos los latidos escondidos de algún recuerdo.

Te acercas al piano, y lo haces sonar una vez más. Tocas la misma de siempre. Aunamos viejas quimeras en la estela que el humo dibuja con las siluetas de nuestras umbrías sombras, en un último trago.

Y una noche más alzas tu copa salpicando el humo y la melancolía. Y yo con esa picardía que aún me queda en la mirada, aunque cansada, le guiño un ojo a nuestros destinos.

Algún día dijeron que la congoja tiene nombre de mujer y que me nombras entre vahos y delirios de golpe y de un trago bebiéndote las lentejuelas que arrastra mi nombre, esperando aliviarnos algún día, a ti de la pesadumbre del olvido, y a mí, la de los malvividos recuerdos.

Dando rienda suelta al corazón:

Tú lo llamas, Infinitud de los días.

Os dejo con José Manuel Villacañas, me encanta este hombre. Espero que os guste tanto como a mí.

Feliz fin de semana a todos. Iré subiendo más música suya en algún otro post post.


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