Y ¿qué derecho tengo yo a buscarte?
Desearte, tenerte.
Acaso mi sombra fugaz, ser en evidencia.
Me retorceré entre las esquinas, matorrales y cunetas del camino.
Escondida entre lo evidente.
Para poder verte.
Sin ser vista.
¿Qué derecho tengo yo a poseerte?
Humilde personaje que interfiere en tu trayecto.
Molesto lenguaje que viene a hurgarte la conciencia,
Que entrelaza hábilmente las palabras sin dejar rastro,
Que le guiña el ojo a tu inconsciente.
Dejando k.o. a tu consciente.
¿Qué derecho tiene esta pobre alma de besarte?
Disfrutarte a su antojo
Mimarte, vestir de placer inusual tus formas.
Enseñarte allá donde lo mundano nunca osaría.
Ninguno.
Cero.
No es mío el derecho.
Como tampoco tuyo acariciar mi áurea de ser indescriptible, enorme y mágico
Que consciente de su brillo te permite mirarme
Percibirme
Acaso pensar en una esquina de tu presuntuosidad conocerme
Que te permite en gesto inmenso de generosidad alcanzarla
Porque a veces las sirenas
Te conceden entrevistas.
Los unicornios te llevan en su grupa a galopar por parajes mágicos.
Las hadas conceden deseos.
El deseo de poseerme fugazmente un instante en la esquina de la eternidad.
Para que tú, con tu ego y avaricia pises mi cola, mi trazo, mi arte, mi gracia,
mis ganas de brindarte la magia
y así llevarla contigo a otros cuerpos mundanos necesitados
¡Ay! ¡Tú! Pobre ser minúsculo e indefenso que no puede percibir la magia al ser ofrecida, la música al ser tocada, la más delicada de las poesías al ser escritas.
Mi magia es mía. Selectiva. Y delicada
Ante miradas interesadas.
Triste ante tan poca humanidad.
Las almas especiales bailan Valses a la luz de la luna en la orilla del mar, al son de la música de las estrellas.
No pueden conformarse con menos.
Resultaría vulgar.
¿Pero cómo lo entendería una pobre y mísera presencia vulgar como la tuya?
Mi magia rezará por ti toda mi existencia
Para que tu alma desdichada encuentre sosiego en lo material, el deber y tu obstinación.
Rincón de sufrimiento y lamento.
Mi recuerdo quedara indeleble, perenne, intacto.
No soy quién para poseerte.
Aún no lo entendiste.
No querría, no podría, demasiada magia para tan poca mirada.
Cuídate mi chiquillo, se feliz. Lo mereces.
Pd:
Seguiré mi camino desprendiendo mi esencia a vainilla
Mi escritura acompasada para cualquier pobre diablo
Mirando atrás de soslayo, divertida y gamberra
Sabiéndote conquistado
Oyendo a tu melancolía hurgar en cada stop, cada semáforo
Pedirme un café
Una mínima presencia en tu mundana existencia.
Porque por rígida que sea tu conciencia no es indiferente a tanta sintonía.
La complicidad suena a imposible.
Las risas son masajes de nuestras almas.
Y al adiós
Una mueca
Un alivio
Un nudo
Un abrazo
Un mundo
En un segundo
¡Mierda! Amor,
Aun consigues inquietarme,
Alterarme...
Aún...
Después de cien años
Seguiría siendo tuya...
La Suelta.