Le acaricio el pelo, revuelto de violencia, le digo que ya está. Nunca más.
Aquel mi ángel de la muerte, exhausto de otro día laboral, se retuerce en mis brazos, el pobre inocente; otrora victimario, se ha vuelto víctima de su propia mano. Ya no quiere soportar más su eternidad.
Le acaricio el pelo, revuelto de violencia, le digo que ya está. Nunca más.
Le acaricio el pelo, revuelto de violencia, le digo que ya está. Nunca más.