No es ninguna novedad que me defina a mi misma como una chica de interior. Años de estudio a la luz del flexo y de horas compartidas con la Xbox han hecho de mi una criatura blanca de piel sensible (y un tanto agorafóbica, dicho sea de paso). El tema es que cuando se es de mi color o, mejor dicho, de la ausencia de él, la mejor estrategia es rendirse a la evidencia y cultivar un cutis de porcelana donde otrora lució bronce pulido.
Es cierto, como os comentaba hace poco, que una intentona de autobronceador es obligada cada verano pero, reconozcámoslo, de Dita Von Teese a Donatela Versace hay un amplio rango de Sombras de Grey y yo me encuentro en el escalafón más bajo de ellas incluso tras un uso prolongado de mi amado Lisse Minute Autobronzante.
Si soy sincera, tampoco es que me importe demasiado porque ya me he acostumbrado a verme en estos tonos de beige y tengo todo mi ajuar potilístico en consonancia. Lo único que me da pavor ahora (aparte de que el vello facial del que me deshice vuelva reclamando venganza) son las manchas en la piel.
De momento, no son muchas, pero no he podido dejar de notar que su número aumenta preocupantemente año tras año y, aunque unas cuantas pequitas nos den un aspecto juvenil, unas cuantas de más te pueden echar años encima. Por ello, sin atreverme a dar el paso aun a los productos blanqueantes, he optado por el cuidado que debería haber iniciado cuando tenía 25 años: protección, protección y protección.
A fuerza de leer reviews y más reviews, a lo largo de este año me he ido concienciando de lo importante que es usar protección solar a diario ya que la técnica de "si yo no piso la playa" no es válida contra las inclemencias del astro centro de nuestro sistema planetario. Por ello, durante todo el año intento utilizar productos que tengan como mínimo SPF 30 y ahora que llega el verano y que el sol casca durante más tiempo se ha hecho para mí obligatoria la protección 50.
Ésta protección también se puede encontrar en muchos productos de maquillaje, especialmente en las BBcreams coreanas, pero con estos calores cada día me apetece menos llevar una máscara pesada que corra riesgo de fusión si corro para coger el autobús. De esta manera, he acabado optando por el afamado producto de Kiehl's Ultra Light Daily UV Defense SPF50 (nombre cortito donde los haya).
Se trata de una protección solar muy ligera pensada para usar a diario en situaciones de ciudad, es decir, no es waterfroof y no está pensada para aguantar largas horas de exposición al sol en la playa. A diferencia de las cremas específicas para la playa que suelen ser muy grasientas y blanquecinas este producto es ligero y una vez aplicado y bien extendido por el rostro es prácticamente imperceptible.
Es más, aporta un acabado satinado que me encanta como prebase y que combina a la perfección con un ligero maquillaje en polvo (yo uso el Hello Flawless! de Benefit). También se puede usar por debajo de la base fluida, lo que puede ser muy interesante en el caso de que ésta tenga poca o ninguna protección solar. Además, por su ligereza se puede usar a diario sin que haya problemas de granitos y sin que nuestra piel acabe pareciendo tocinillo ibérico del bueno. por otra parte, presenta un olor muy ligero pero agradable que remata toda la buena sensación del producto.
Por desgracia, como la mayoría de productos de Kiehl's, su precio es un tanto elevado (38 euros) por lo que os recomiendo que a la hora de adquirirlo intentéis pillar alguna de las ofertas tipo Friends & Family para que os salga más económico. En cualquier caso, también hay que tener en cuenta que el envase contiene 60 ml y que la cantidad necesaria para proteger el rostro es poquísima, por lo que cunde un montón. Su duración una vez abierto es de doce meses.
En resumen, para mí es un producto de cabecera en el que merece la pena invertir y estoy muy contenta de haberlo adquirido. He de confesaros que este fue mi primer producto de la marca y por su culpa me enamoré de ella aunque, como dice mi Bubi, sarna con gusto, no pica!
Un besito y hasta la próxima.