Los domingos siempre habían sido mis días de estudio, quizás de hacer deberes o incluso para relajarse. No son días intensos, días corrientes que no tienen nada de relevancia en la vida de una persona. Hoy iba a ser un día de esos relajados, tirado sobre la cama escuchando música o sentado en el sillón frente al ordenador mientras las horas pasan; una llamada de teléfono de Felipe, un buen amigo, me pide de ir con él a ver a su abuela. Me llego a preguntar porque me pide a ir allí aunque imagino que el hecho de ir solo a algún lugar nunca es divertido. Acepto, me visto y le recojo en su casa. Pasamos varias calles hasta llegar a la casa de la abuela, me llega a comentar que su abuela padece de alzheimer y que por eso quiere que alguien vaya con él. Tiene miedo de que un día lo trate mal o de que lo deje de mala manera, lo ha hecho ya con varios familiares y sabe que algún día le llegará su turno. Entramos y ahí se encuentran sus tías, las cuales nos dejan solos porque ellas tienen que ir a algún lugar para hacer recados.
Felipe me deja solo en el salón mientras va a ver que hace su abuela. Me siento en el sofá y me quedo mirando los cuadros que decoran la pared. Son fotos antiguas, es raro que no tenga fotos recientes. Eso sí, debo comentar que los marcos son horribles, así como redondos en plan collarín antiguo pero en grande. Llega Felipe y su abuela, la abuela se sienta en el sillón y me pregunta que dónde he estado. Me quedo extrañado y Felipe me hace una señal para que le siga el juego, no entiendo muy bien si eso sería lo mejor pero no era yo quien entendía sobre estas cosas. Quizás él tampoco pero prefería no discutir sobre eso. Le respondo que había salido a la calle a comprar algo y ella me dice que no había ordenado la habitación antes de salir, que iba a estar castigado. – Oh genial, piensa que soy su hijo. – pienso y me pregunto en como acabaré saliendo de allí sin que me eche de menos. Eso parece una broma y aún me sigo preguntando si lo que acaba de pasar tiene que ver con eso de la pérdida de memoria pero acabo sentado sobre mi supuesta cama esperando una solución.
Cojo mi móvil y me quedo mirándolo, buscando que hacer sin hacer nada, mirando la hora fijamente y esperando que Felipe entre por la puerta salvándome. No lo hace. Me levanto y me asomo por la ventana, no para escaparme, da para el patio de la casa, es extraño porque está lleno de plantas y eso en verano se debe llenar de moscas. Me gustan las plantas pero más bien de lejos, se ve que soy alérgico cuando son muchas ya que me entran como picores; es curioso porque cuando me preguntan por alergias no sé si decir a las plantas en general o plantas con mucha abundancia. Suena ridículo decir lo segundo pero es que cuando es una sola planta tampoco me ocurre nada. Se me ocurre darle un pequeño toque a Felipe. Al poco tiempo se encuentra en mi habitación. - ¡Dios, lo siento! – Dice. Me parece difícil pensar que se está disculpando cuando también se está riendo. - ¿Quieres que nos vayamos? A veces a mi abuela se le va y pasa esto. No sé si tendrá que ver con su enfermedad pero preferimos seguirla el rollo en eso. – Comenta y ruedo los ojos lanzando un pequeño suspiro. Me pregunto cuánto tiempo iba a durar eso. No lo digo pero si que no hace falta irse, que estamos bien. – Te tengo que contar una cosa, es súper fuerte. – Me quedo un poco raro, asimilando que de repente nuestro tema de conversación es de cotilleos. Me cuenta la vida de muchas personas pero lo hace de modo tan gracioso que me resulta raro, le da como realismo. Hay momentos en los que me pregunto si le tiene asco a alguna de esas personas, pero luego cambia y se pone adorable entonces imagino que a ratos los quiere y a ratos no. No me habla de la gente con la que suele estar por lo que imagino que a sus amigos no los critica. O quizás sí, tampoco es que hable mucho con él, somos amigos pero no quedamos mucho.
Después de una larga cantidad de cotilleos que tardaré en asimilar, porque a la mitad no les conozco, me queda una imagen de algunas personas que no me apetecerá conocer por miedo, o por asco. Quién sabe. Lo curioso es que solo me ha hablado de forma despectiva de dos o tres, por lo que imagino que, esos le cae mal. - ¿Y tú? ¿Qué hay de ti? – Pregunto inocentemente con la intención de cambiar de tema, de no hablar de personas de las que no puedo comentar. Se queda pensativo un rato y comienza a hablarme de que hay alguien que le gusta, de sus notas, de su vida en general, de series y demás. Coincidimos en algunas cosas y, evidentemente, me toca hablarle de mi vida. – Yo… poco que contar. No me gusta ni me atrae nadie. De mis notas no me puedo quejar, van lo bien que necesito. Hay veces en las que me gustaría huir de muchos lugares por sentirme incómodo pero acabo quedándome. ¿Por qué? Supongo que quiero mucho a mis amigos como para cambiar la rutina diaria. – Le respondo. No le conté gran cosa pero tampoco sé porque me sinceré de esa manera. Supongo que tiene ese poder de confiar en él porque por lo que sabe deben confiarle muchas cosas. Me da algunos consejos tontos que no creo que vaya a tomar y me da un abrazo. Se lo devuelvo. Me siento cómodo. Hay veces que siento un abrazo pero luego es cómo si no hubiese dado nada, si yo pido un abrazo es porque lo siento, aún así éste me hace sentir realmente bien. Supongo que tenemos confianza, que tenemos esa sensación que tienen los amigos de verdad. En la amistad, yo pienso, pasa algo parecido que con el amor. Ya se sabe, una amistad se siente o no se siente. Puedes estar años conociendo a esa persona pero si la confianza no llegó hace tiempo, es raro que llegue, es decir, conoces a una persona de un día y te hace sentir confiado. Quizás te equivoques pero sientes que esa amistad puede llegar más lejos que con gente que conoces de equis tiempo.
Al final nos decantamos por irnos de su casa. En realidad tenemos que esperar a que vuelvan sus tías pero acabamos por irnos. Durante el camino pasa una cosa muy extraña y es que estamos casi en silencio, pero no un silencio incómodo. Estamos relajados. En realidad, creo que, estamos como pensando en nuestras cosas. Hay momentos en los que decimos alguna cosa pero la conversación se acaba. Estamos en la línea entre el silencio cómodo e incómodo pero nos quedamos ahí. Llegamos a su casa y es curioso porque ahí es cuando surge la conversación, supongo que llevamos todo el camino pensando de qué hablar. Me comenta lo de su abuela, me pregunta si me sentí incómodo y le respondo que no. Hablamos de tonterías varias, de cotilleos en los que sí puedo participar porque parten de cosas que han hechos conocidos míos. Me resulta muy curioso que sepa tantas cosas y a la vez no sepa otras tantas.
Nos despedimos y me voy a casa. Al menos tomo camino porque me acabo parando en casa de Carmen, me pilla de camino así que hay veces que me entran ganas de ir a visitarla. Llamo a la puerta y ella se pone demasiado contenta, yo también. Nos abrazamos como niños. Nos pasa siempre lo mismo, supongo que aunque lo neguemos tenemos la esencia de mejores amigos. Lo somos y lo sabemos pero hay veces que intentamos poner a alguien delante. Realmente es una tontería porque los sentimientos pueden cambiar de un día para otro, un día le puedes tener tirria y al día siguiente tener ganas de abrazarle y no poder soltarle. Cosas de la vida.
Nos contamos nuestras cosas, sean buenas o malas. Resulta que con su novio va genial, hablamos de peleas con amigos, al menos ella con algún que otro amigo suyo. Le cuento mi opinión. La verdad es que me parece curioso porque la pelea con su amigo no es un tanto como una pelea, es más bien… un distanciamiento. Ese chico ha decidido dejar de ser su amigo por su novia. Es triste como muchas personas se decantan por una persona dejando a la otra a su suerte. Dar a elegir es una cosa bastante cruel, yo espero no hacerlo nunca o tener que elegir. Además que una relación se basa en la confianza, si se da a elegir entre una amistad y la propia pareja es porque se desconfía. Sinceramente al dar a elegir te has condenado.Hablamos de cómo nos echamos de menos en clases y es que yo estoy en ciencias y ella en letras. En secundaria nos sentábamos juntos y nos lo pasábamos genial, pero al llegar al bachiller las cosas han cambiado. Me comenta con quien se sienta ahora y la tirria que la tiene. Habla de una amiga que teníamos en común y que ahora es una conocida para ambos. Con ella es con la que se sienta, le tiene como asco por su manera de ser y el olor fuerte que transpira. Lo comprendo pero me da por reír por la forma en lo que lo dice, bueno, era un comentario para reírse. Le cuento que yo en clase estoy genial en ese ámbito pero sí que hay un chico que tira un olor bastante fuerte. También hay una chica. Se ríen de ellos y no solo por su olor, en realidad no sé el motivo exacto pero se ríen. Hay veces que me dan pena, otras veces que me río del comentario que sueltan y otras que me da igual. El caso es que no creo que intervenga nunca. No me considero mala persona por ello, cuando yo he tenido un problema he tenido que salir solo.
En mi infancia también se han metido conmigo alguna vez y les tuve que plantar cara. Estuve un tiempo callado hasta que no pude aguantar. A veces pasar del tema no es la solución. Hace un par de años también el típico chulo de clase intentaba humillarme pero aunque pasaba de él, el problema seguía ahí. Tienes que ser fuerte y plantarle cara. Tener amigos te ayuda, obviamente, pero tienes que ser tú quien plante cara. ¿Por qué? Porque cuando estés solo, tus amigos no te podrán ayudar y entonces serás aplastado cual hormiga. Lo cierto es que sigo sintiendo ese cosquilleo de terror, o pánico, cuando paso por cerca de las personas que me han hecho daño. Pero lo mucho que me hacen es lanzarme miradas de asco que yo devuelvo. El caso es que yo no pienso callarme y si ellos quieren dejar que los hagan sentir mal deben plantar cara. Quizás al principio cueste, quizás no de resultado pero estoy seguro que todo es mejor que soportar sus risas y que tú parezcas que lo aceptas. Porque la sensación que das cuando callas no es que pases de ellos, sino que aceptas ser el débil. Yo dejé hace mucho de ser el mono de feria, de ser el débil para ser quien soy.
Dejando de hablar de los problemas que nos ocurren nos ponemos con el Ask y contestamos en forma de vídeo. Lo hacemos a modo chorrada y acabamos con risas después de cada una de las respuestas. Es gracioso porque aunque sea una tontería acabamos pasándolo mucho mejor que haciendo otras muchas cosas. Es genial, son geniales estos momentos. Los días a solas con Carmen son una mezcla de momentos alegres y de reflexión. También es curioso porque cuando nos enfadamos, estamos enfadados pero solo a la distancia, al menos a mi me pasa que cuando la tengo enfrente por muy enfadado que éste me entra la risa y se me olvida todo. Supongo que eso es un mejor amigo. Se hace tarde y nos despedimos. Me dice de quedar otro día y le digo que vale pero que llame a más gente. Supongo que queda en entredicho y a la espera de confirmación.
Llego a casa y hago lo que hago siempre al llegar, ducharme y cambiarme para ponerme el pijama. Poner la tele y ver alguna cosa. Acordarme de que hay deberes y hacerlos según las ganas que tenga. Acostarme muerto de sueño y esperar que en el día siguiente no tener tanto sueño. Pero se me olvida que es domingo y que los lunes siempre, todo el mundo, se levanta hecho un zombi.