Nos lamentamos, hipócritas, de no haberlo visto venir. Fueron suficientemente cómodas sus excusas para tanto moratón y tanta gafa de sol en la oficina. Hoy ya no puede haber respuestas a las preguntas que debimos hacerle; tan solo, un séquito de coronas de flores y remordimientos adornadas con cintas de palabras a destiempo.