Esta es una película donde el silencio es tan importante como la palabra, sino más. Y comienzo aclarando esto del film estrenado en 2005 y dirigido por Lasse Hallström, director sueco establecido en Estados Unidos, porque es una de esas raras producciones de la industria hollywoodense que no cae en la parafernalia de los efectos, repartos corales, historias efectistas y ritmo vertiginoso. Es la historia de un reencuentro no buscado entre el abuelo resentido Einar (Robert Redford) con su nieta (Becca Gardner) no conocida y la madre (Jennifer López) de esta, a partir del cual se pondrán en marcha una serie de situaciones que tienen que ver con lo más íntimo y profundo de los sentimientos del ser humano: la perdida de un ser querido y la sanación que debe haber, o no, de tal herida en el alma. El motivo de la separación fue la muerte del hijo de Einar, poco antes del nacimiento de su nieta, hecho que no pudo superar y por el cual culpa a su nuera.
Los pocos personajes, no más de cuatro o cinco principales, suman a la economía de palabras una economía de actores que entonces permite al director, guionistas y por ende a los espectadores adentrarse en las personalidades de los protagonistas y sentir sus contradicciones, sentimientos. Y en este punto no es una novedad que Robert Redford y Morgan Freeman se llevan los laureles en la construcción de dos personajes que podría decirse “el uno para el otro”. Jennifer López, encarnando a Jean madre sola y sufrida, nos sorprende con una interpretación mesurada y ajustada lejos de sus personajes de comedias románticas y más cerca de interpretar personajes con carácter y complejidad dramática. Por otra parte sorprende gratamente la actuación de Becca Gardner en el papel de la nieta del agrio y duro Einar.
Un renglón aparte merece el personaje Mitch Bradley, viejo vaquero encarnado por Morgan Freeman con gran solvencia, quién funcionaría como una especie de “alter ego” del Einar muy bien construido y actuado por Robert Redford. Mitch es la voz que Einar se niega a escuchar, pero que vuelve una y otra vez a decirle que debe reconstruir su vida, que todavía quedan cosas por las cuales luchar y vivir.