El ángel preparó las cosas para que se pudieran conocer como algo casual, como una coincidencia de la vida. Ambos se conocieron y el hombre de inmediato quedó prendado del dulce mirar de esa mujer en la que se encarnó el ser celestial.
El ángel, con el trato, intentaba llevar al hombre pecador por el buen camino a como diera lugar; el pecador, con el trato, intentaba seducir en todo momento, a esa mujer que lo tenía tan encantado…
El tiempo pasó, y el trato entre esos dos se hizo cada vez más profundo… Con los años, ese hombre enderezo su camino, dejó los vicios, dejó de robar, de estafar. Ahora tenía un trabajo honrado y dedicaba sus tiempos libres a ayudar a la comunidad.
El ángel, cuando vio cumplida su tarea, desapareció de la vida de ese hombre reformado y se preparó para ir al cielo; Pero le fue negada la entrada.
Fue despojado de sus alas y fue enviado al infierno, donde vive condenado al fuego eterno. El pecado capital de la lujuria puede ser perdonado a un ser mortal, pero nunca se le perdona… A un ser celestial.