Un año con premio…

literario… o eso espero yo, dada la “simpática” cifra a cumplir. Este año nuevo terminado en cinco, no me apetecía nada -por diversos motivos muy personales- celebrarlo. De hecho, di instrucciones precisas a los míos en ese sentido. A pesar de sentirme física y mentalmente bien, existían demasiados cabos sueltos en mi vida que me anulaban las ganas de fiesta.

Sin embargo, he terminado trayendo a casa una botella de cava extremeño (aquí, quienes me siguen lo entenderán…) y una pequeña tarta helada para el próximo día 31. He buscado la vela con el número premiado de otros y, un año más, celebraré que sigo manteniendo la ilusión y la esperanza en la vida, las personas y las relaciones. Que no resulta justo sentirse triste sin un motivo grave para ello; que la permanencia en este mundo es demasiado breve como para perder el tiempo en desidias y apatías. Que el amor, e incluso el aprecio y la consideración, no son exigibles por muy antinatural que nos pueda parecer en ocasiones. Que quienes realmente me importan, sí me quieren, sí me respetan y sí me necesitan como yo a ellos. Que tengo buenas amigas y que nadie es perfecto ni falta que hace. Que existen lectores interesados en mis letras. Que la vida, con todo, es impresionantemente bella.

Y aunque sea del modo discreto que me pide el cuerpo, brindaré por estar un año más -al menos- escribiendo para vosotros y para mí misma. Mis más sinceras gracias.

P.S.: Fotos del pasado viernes, 26 de agosto en el Metropol Parasol (las Setas de la Encarnación, en el centro histórico de Sevilla).