Hoy, más que ningún otro día del año, estás con nosotros.
Nos acompañas y velas por nosotros. Por todos.
Otro año más en el que no hemos dejado de pensarte ni de hablarte.
A veces, me gusta hablarte. Sé que donde estés, me escuchas. Así que hablo por no callar y te lo cuento todo, lo bueno y lo malo.
También te cuento todas las inquietudes que, a veces, me tienen despierta hasta altas horas de la noche.
Y todas mis inseguridades. Esas que me reprimen y no me dejan ser yo al cien por cien.
Ya no estás. No puedo abrazarte ni besarte. Pero sí estás. Estás en cada paso que doy al caminar. Me guías en mis decisiones para que tome las correctas y, si no lo hago, sabes hacer que reconstruya mis pasos y lo solucione.
Sabes qué y quién me conviene y, sin duda, eres mi pilar.
Te quiero.