Ayer fue el cumpleaños de mi hija. Cumplió 12 años! Me sorprende ver cómo crece, día a día y va abandonando su ingenuidad infantil y adaptándose a nuestro mundo. No obstante, aún tiene reacciones infantiles que dejan sus ojos brillantes y su rostro expresa alegría y felicidad! “Papá, hoy he visto a Messi por la calle en un Audi Q7 y le he saludado y él me contestó el saludo“, me dijo el otro día, llamándome a mi móvil. Estaba emocionada y yo quizás estaba algo distraído (estaba concentrado en mi trabajo), pues le contesté algo así como “es normal que lo veas, vive en Barcelona y la ciudad no es tan grande como parece“. Recordé las conversaciones de El Principito con su amigo el aviador! Me dí cuenta de que no era esta la respuesta que esperaba de mí y tan rápido como pude exclamé “Felicidades, qué suerte has tenido de encontrártelo y saludarle y que te devolviera el saludo, no?“. Ella me contestó un espléndido “siiiiii”, se despidió y colgó el teléfono. Y me di cuenta de que los niños -como la propia vida- no esperan un “no” o la indiferencia por respuesta, ni te dan tiempo para rectificar lo que esperan oír de ti en el momento oportuno! Solo los mayores nos permitimos el lujo de pensar qué debemos sentir cuando las circunstancias lo requieren…
La verdad es que mi hija se está haciendo mayor, a pesar de todo! Cada día más, piensa, siente y actúa como se espera de ella! Ha aprendido a hacer lo conveniente, lo que toca! Incluso a disimular sus emociones, como yo mismo hice durante tantos años, desde mi juventud hasta hace poco tiempo! Pero pienso que ese es un proceso inevitable, si quieres acomodarte y protegerte de este mundo, en que los sueños son -al parecer- una cosa de locos y las emociones, una ventana abierta para sufrir! Veo, además, que es necesario perderse para reencontrar el verdadero camino… y ella, sin duda, empieza a perderse para hacer la inmersión en el mundo de los adultos! Siempre ha sido muy madura y esto propicia su adelanto en esta lides!
Lo curioso del tema es que, a medida que ella crece y pierde su esencia para acoplarse en nuestro mundo de mayores, yo, su padre, avanzo día a día de nuevo hacia mi infancia y su esencia, después de muchos años en la sombra de una madurez mal entendida y, sobre todo, padecida! Reconozco que mi reencuentro conmigo mismo no es siempre fácil, no obstante me hace vivir la vida misma, de otra manera, ya con sentido propio! Y eso sí es un privilegio de la edad… aunque, de vez en cuando, también me asalte la duda y me avalance sobre la incertidumbre! Pero, mientras ella sube y yo bajo -o al contrario- mi hija y yo nos encontramos a medio camino entre ambos! Yo aprendo de ella a ser más yo, no asustarme ante lo nuevo que llega y a vivir al minuto, mientras ella aprende de mí a reflexionar sobre el mundo y a buscarle el sentido a lo que pasa a su alrededor! Todo un “win-win” para ambos!
Me hace gracia cuando mi hija, ante mi reacción con algo sorprendente o inesperado, exclama “papá, siempre buscando el sentido de las cosas y hablando de magia y de que las casualidades no existen“. Y se ríe! Sé que es difícil explicarle cómo veo, siento y vivo mi vida hoy, tal vez ya es demasiado mayor para entenderlo! A ratos, lo reconozco, ni yo mismo lo entiendo… aunque quizás mi mayor logro de madurez ha sido, precisamente, intentar no entenderlo, sino sentirlo, aceptarlo y vivirlo! Su felicidad, según cómo, aún está hecha de ignorancia e ingenuidad infantil -aunque ya sea solo a ratos-, mientras que mi felicidad hoy está basada en la plena consciencia y la aceptación de lo que es, aunque a veces también sea a ratos!
Pero ya a su edad, me resulta imposible explicarle lo que siento! Su mundo ya está hecho de buenos o malos, conveniencias o inconveniencias, de luces o de sombras! El mío, en cambio, acepta ambos extremos como parte de una misma vida, ya sea la felicidad y la infelicidad, lo cierto y lo imaginario, la realidad y los sueños, el amor y el dolor, que cada uno en su momento van alternándose, aunque haciéndome uno, rico y pleno! Ella comienza a temer las cosas, yo comienzo a amarlas; ella empieza a desconfiar, mientras yo aprendo cada día más a olvidarme de mis experiencias y, gracias a ello, vuelvo a confiar plenamente en la vida; ella se compara con los niños de su clase, mientras yo cada día más soy y me siento único e irrepetible; ella empieza a guardar para sí lo que es y tiene, mientras yo lo comparto con quien lo merece, ya sin miedo; yo cada día más intento hacer mi sueño realidad, mientras ella está empezando a no soñar!
La vida es así! Y año a año que suma mi hija, yo me voy siento más joven, quizás porque cada día la entiendo más y veo en ella lo que ya he vivido! No puedo andar su camino, pero sí puedo entender su esfuerzo por crecer haciéndose mayor y, cuando lo desea, ayudarle a interpretar su propio camino… aún presintiendo que pronto me negará para llegar a ser ella misma! Ella busca su personalidad, mientras yo huyo ya de ella y me refugio en mi individualidad! Está en la edad de comparar, no de buscar nexos de unión, como yo hago! Mi hija está en la edad de desconfiar en ella misma y en el mundo que le rodea… pero algún día hará como yo y volverá a confiar en ella misma, en su amor e intuición y en la vida misma, como yo ya estoy logrando con mi edad y con el corazón bien abierto!
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