Revista Literatura
Un coctel de desconfianza y rabia
Publicado el 02 febrero 2013 por HouseAyer no estuve en el dique seco. Al contrario, estuve atento a todas las noticias que se generaban en torno al tan manoseado, decrépito y arrebujado caso de corrupción del Partido Popular. La situación está al rojo vivo, a pesar de la vicepresidenta, Santa Soroya, califique de intachable la actitud de su actual jefe de filas, nuestro supuesto Presidente del Gobierno. Sí, digo supuesto, y me reafirmo. Este señor es supuesto Presidente porque actualmente carece de la credibilidad y de la confianza de los ciudadanos. Mientras estos aderezos no cuezan en una misma olla y destilen un caldo diferente. Este buen señor es, sencillamente, el hazmerreír de propios y extraños. Y encima, calla. Más grave siquiera. Hay algo evidente. Este asunto se les ha ido de las manos, y la primera deflagración ha explotado en el quicio de la puerta de la calle Génova y del Paseo del Prado. De momento, las heces salpican al cuartel general del partido y al Ministerio de Sanidad. Pero esto es sólo el principio. Ver, veremos. Pero aún resulta más inaudito, y carece de todo sentido común que continueen pidiendo austeridad, y el propio Rajoy no haya dado la cara públicamente. No sirve su comparecencia ante el Comité Federal. La soberanía del pueblo español está en el parlamento. Es ahí el lugar en el que debe comparecer, y anunciar alto, claro y rotundo si también él está enfangado. Mientras no dé ese paso, todas las dudas recaen sobre su persona, la credibilidad del Gobierno está aún infinitamente más devaluada de lo que se creen. Nunca jamás en toda la historia de la transición, un Presidente tuvo tan poca credibilidad como el actual, nunca ninguno de ello disfrutó de tan poca simpatía entre la ciudadanía, que nos sentímos humillados, engañados y burlados por nuestra clase política. Con esta cimentación tan poco segura, el edificio se tambalea como hoja que lleva el viento. Un gobierno debe gozar de la credibilidad y de la confianza de los ciudadanos, y cuando éstas se pulverizan como las gotas del oceáno, por ética, por decencia y por humildad lo más prudente es reconocer los errores, dar un paso atrás, y dar paso a que otros agarren el timón de la embarcación. Pero aquí no. Nos creemos por encima del bien y del mal, y nos vamos a descansar a Baqueira Beret, y en Madrid dejamos el ventilador puesto para que, desde Londrés, Federico Trillo diga que el caso Gürtel es una maniobra de la “policía política de Rubalcaba” para desprestigiar al Partido Popular. Ni él mismo se lo cree. Y encima tienen la desfachatez de hablar de policía política. Pero la gente es de carne y hueso, y tiene sentimientos, y tienen su ética. Y desde ética, hoy dos concejales han cerrado por fuera la puerta del partido. En Asturias y en el País Vasco. Viendo cómo baja la riada de lozadal, fango y lodos, me temó que no serán los únicos. Pero lo peor de todo, es que este chapapote indecente ha reventado en medio de la principal feria internacional española. En FITUR: unas cita anual que convoca a empresarios del sector, posibles clientes, profesionales y público en general. ¿Alguien, en Génova se habrá detenido a pensar que imagen de España estamos exportando actualmente? Es lo más grave de esta indecencia. En un momento álgido, que necesitamos más que nunca que los mercados confíen en la economía española, explota el mayor caso de corrupción política que jamás se dio de los Pirineos hacía el sur. Una imagen bucólica de nuestro Gobierno. Así nos va. Hemos tocado techo. El Fiscal General no se anduvo con medias tintas. Los ciudadanos estamos más que hartos, y necesitamos una respuesta contundente, severa, y rigurosa por parte del Poder Judicial antes quienes son capaces de saquear sin compasión. No quisiera estar dentro de la piel de Mariano Rajoy. Tampoco de Alfredo Pérez Rubalcaba. De ninguno. La situación es más que difícil. Y urge que alguien de un giro de timón, y ponga a cada uno en su sitio. Como decía hace unos minutos Miguel Ángel Revilla, con los grilletes puestos. Le aplaudo.