Revista Literatura
-Quiero irme de vacaciones a un sitio muy lejano.-¿Qué le parece Kuala Lumpur?-Lo siento, no hablo swahili.-Estoy hablando en castellano. -Ah, perdone, como ha dicho eso tan raro…-Eso tan raro es el nombre de una ciudad.-¿Ah sí? ¿Y está lejos?-Lejísimos, en Malasia, en el lejano Oriente.-Suena bastante lejos, sí.-También puede ir a Phnom Penh.-Lo siento, no hablo chino.-No he dicho nada en chino.-Entonces se ha atragantado.-No me he atragantado. Le he propuesto ir a Phnom Penh.-¿Y eso qué es?-Se trata de la capital de Camboya, un sitio lejísimos.-Ah.-O puede hacer un crucero por el mar de Ojotsk.-Salud.-¿Perdone?-Ha tosido usted, tenga cuidado con el aire acondicionado.-No he tosido. Simplemente le he propuesto un crucero por un mar de Rusia.-No lo conozco.-Claro, porque está muy lejos. Está tan lejos que es hasta difícil de pronunciar.-En ese caso no me interesa.-¿No quería irse lejos?-Quiero irme lejos, sí, pero a un sitio conocido.-Ya, a ver. ¿Ha viajado usted mucho?-Apenas nada.-¿Le interesa a usted la geografía política?-No.-¿Y la física?-Soy de letras.-¿Qué le parecería un crucero por el mar Egeo?-No lo conozco.-¿Conoce el centro de Europa?-No.-¿Le gustaría ir?-Quiero ir a un sitio conocido.-A ver, dígame cuál es el sitio más lejano que conoce.-Pues no sé, déjeme pensar… una vez fui a Modubar de la Emperadada, cerca de Quintanamanvirgo.-Lo siento, no hablo quechua ni guaraní.