Érase
una vez una chica casi transparente que vivía en una casita muy
pequeña, en el Paseo Verde, a las afueras de la Villa de los Gatos. Tan
pequeña era la casita que al tumbarse para dormir se le salían los pies
por la ventana. Por eso iba con gusto a la Casa de Aprendizaje. Se
llamaba Ele.
Al otro lado del Paseo vivía un chico casi gigante, en una torre tan
alta que cuando miraba por la ventana podía ver las Montañas nevadas.
Por eso iba a disgusto a la Casa de Aprendizaje. Se llamaba Ka.
En ella se cruzaron sus caminos.
Ka quedó hipnotizado por los alegres ojillos de Ele. Ele se rindió ante la traviesa sonrisa de Ka.
El
día que llegó la primavera Ka se atrevió a decir a Ele lo que hacía
tiempo ella estaba deseando escuchar "Quiero pasar más tiempo contigo".
Como todos los enarmorados grabaron un corazón con sus nombres en un
árbol recóndito del parque olvidado donde pasaban las tardes esperando
la aparición del gran cometa Hale-Boop.
Los días en que no había
clase se acercaban al centro de la villa para perderse entre las calles del silencio, esconderse en el bosque retirado o besarse frente a la casa del sombrero.
Así transcurieron largos años de pocas monedas pero muchas risas.
Buscaron
un palacio pequeño en el centro del Paseo Verde pero les fue imposible
encontrar uno que no tuviese grilletes. Así que decidieron alquilar un
nido con dos balcones junto al río.
Tal día como hoy, muy bien acompañados y con un inmeso sol, regalo del abuelo, se prometieron la luna.
Lo celebraron con un paseo por la Plaza de la villa y suculentos manjares en A'casiña de campo.
A menudo suben al cielo en busca de una estrella entorno a la que gire su vida. Y serán felices y comerán perdices.