Revista Literatura

Un cuento para marianita peque: protasia, leoncio y la señora doña cupida.

Publicado el 17 julio 2014 por M.mercedes Osuna
UN CUENTO PARA MARIANITA PEQUE: PROTASIA, LEONCIO Y LA SEÑORA DOÑA CUPIDA.
UN CUENTO PARA MARIANITA PEQUE (LEONCIO,  PROTASIA  Y LA SEÑORA DOÑA CUPIDA)
Érase una vez una conejita llamada Protasia y su hermano, llamado Leoncio.Protasia era como su mamá coneja: coqueta, le encantaban los sombreros y las cremas, y, como no, los coches.El hermano de Protasia, la hacía enfadar, jugando. Bueno, jugando al escondite, reían mucho. Se escondían en cualquier sitio: dentro de la bañera vacía, bajo la cama, en los armarios, en el balcón (tras las grandes macetas del patio).
Otros juegos no eran tan de provecho para Protasia, como cuando a Leoncio le dio por estampar un huevo en el pelo de ésta y luego para más “INRI”, le decía a su madre: “Mamá, Protasia ha roto un huevo”. Entonces, Protasia, a sus cinco años ya, explotaba de impotencia pues era inocente y su madre no reparaba ni en qué había pasado, hasta que Protasia le lanzó un lápiz a su hermano Leoncio, contra la pared, y casi le da al  pobre Leoncio. Protasia no apuntó bien aposta, solo quería asustarlo, y lo consiguió.Desde entonces Leoncio tuvo cuidado con su querida hermana Protasia, pues a sus cinco años, ya era una niña de “armas tomar”, aunque por la candidez de su rostro, redondo, pecoso y rubio, no lo pareciese.Sin embargo, Protasia, quería mucho a su hermano Leoncio, porque era el que la llevaba al Colegio y la acompañaba, mientras que el otro hermano mayor, Florentino, se hacía el “sueco” y pasaba literalmente, de su hermana menor.Su hermano Leoncio, a fin de cuentas era el único que le respondía las preguntas más raras que la curiosa Protasia le hacía. Y si alguna no la sabía, Leoncio le contestaba:“¡Anda Protasia, calla, que hablas más que una cotorra!”Así que Protasia se inventaba las respuestas que necesitaba con urgencia responder.En los libros de su casa, cuando aún no sabía bien escribir, los cogía y los intentaba leer, pero claro, a sus cinco años escasos, aún no sabía bien.Pintaba en los libros de sus otros hermanos mayores, de forma compulsiva, como veía en la televisión escribir a los conejos adultos. Luego sus hermanos se quejaban a Doña Cupida, la Mamá de Protasia, de que ésta les pintaba los libros de texto del cole.
Leoncio era súper travieso. Algunas veces, en los veranos calurosos, llenaban la bañera de agua, se ponían los bañadores, y chapoteaban como si aquello fuera el mar y hasta hacían como que nadaban.La Señora Cupida, les reñía, porque  la vecina subía a ver qué tanto escándalo y ruido hacían con el agua.Otras veces, Leoncio, llenaba un cubo de agua y lo ponía al filo de la puerta del baño y al pasar Protasia, le caía encima.¿Y dónde estaba la Señora Cupida, que no se enteraba de nada? . Con sus otros dos pequeños, Ambrosio y  Daniel.Aquella Señora Cupida no paraba de tener conejitos, la verdad. Hasta bromeaba con el tema:- ¡Niños, voy a tener otro bebé conejito!....-Pero Mamá, ¿otro más?. Y Doña Cupida se echaba a reír, y decía: -¡Es  broma, pequeños, si ya somos muchos!. -Menuda broma, pensaba Protasia…pues era consciente de que su Mamá no paraba de trabajar en casa.
Un día Protasia le dio una lección a Leoncio y le dijo:-Cuando sea mayor, yo seré más grande que tú.A lo que Leoncio le respondió:- Imposible, mides menos centímetros de lo normal y hasta tus hermanos mayores, Federico y Lupita, te llaman enana, porque comes como un pajarito.Entonces Protasia le respondió a Leoncio:-No bobo, seré más grande de Espíritu.Leoncio no entendió nada pues  a pesar de ser mayor, la mente de Protasia iba más allá del presente, y sabía intuitivamente “visualizarse en el futuro”. Hecho que aprendió en el parvulario, cuando la maestra Doña Jimena les dijo a todos:-A ver, quiero que os veáis de mayores y penséis qué os gustaría ser.-Yo seré maestra, dijo Angela.-Yo enfermera, dijo Sandra.-Yo escritora, dijo Protasia.A lo que la maestra Doña Jimena preguntó interesada:-¿Cómo qué escritora Protasia?.-Escribiré todas las travesuras de mis hermanos, que se aprovechan de que  yo  sea más pequeña para hacerme enfadar y les enseñaré que el Espíritu es más grande que el cuerpo y que yo seré más grande que ellos.-Y quién te ha enseñado qué es el Espíritu?.Preguntó la maestra a Protasia.-La Señora monja Doña Enriqueta que vino cuando usted estaba enferma de gripe nos enseñó que nuestro Espíritu es más grande que nuestro cuerpo y que Dios nos ama a todos y todas como un padre o una madre perdona a sus hijos malcriados si se arrepienten de sus travesuras.-¿Es que tú eres una malcriada Protasia o tus hermanos?.Dijo Doña Enriqueta.-No, yo no, mis hermanos. Son ellos a los que Dios perdona y ama.
Y así fue como Protasia ya sabía desde pequeña, que era diferente, que lo sería siempre, pues el resto de compañeros y compañeras no hacían ni respondían preguntas tan disparatadas como por qué el dragón de Komodo era un dragón si estaban extinguidos los dragones o por qué algunas especies de monos se parecían tanto a los hombres o por qué las estrellas sólo se veían de noche y no de día y esas preguntas solo las hacía ella, ni tan siquiera el resto de sus hermanos, y  supo que ella sería más grande que sus hermanos, en Espíritu.
      FIN
MORALEJA. NADIE ES MÁS QUE NADIE PERO HAY ESPÍRITUS QUE LO DAN TODO POR MEJORAR EL MUNDO Y QUE POR ELLO SON MÁS GRANDES QUE EL RESTO DE LOS MORTALES.
M.O.A autora.Imagen de una futura portada para relatos y cuentos, de la autora.

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