Revista Literatura

Un decálogo de doce puntos, por Augusto Monterroso.

Publicado el 04 abril 2017 por Marga @MdCala

Hoy traigo a la página un curioso decálogo que he encontrado en Ciudad Seva (aunque circula por muchos otros sitios), en el que se nos insta a descartar dos de sus doce puntos (sí, digo bien). Su autor es el escritor hondureño Augusto Monterroso. El autor del microrrelato más famoso del mundo deja que nos ajustemos sus consejos como mejor nos venga, lo cual me parece un gran acierto. Al final diré qué par de puntos me sobran, pero mientras tanto iré apostillando (en cursiva) cada una de sus reflexiones. Con todo el respeto del mundo, por supuesto.

Un decálogo de doce puntos, por Augusto Monterroso.

Primero.
Cuando tengas algo que decir, dilo; cuando no, también. Escribe siempre.

Entendiendo la idea como práctica del oficio la acepto, pero si no hay nada que decir es mejor escuchar y observar. Y leer.

Segundo.
No escribas nunca para tus contemporáneos, ni mucho menos, como hacen tantos, para tus antepasados. Hazlo para la posteridad, en la cual sin duda serás famoso, pues es bien sabido que la posteridad siempre hace justicia.

Eso es cierto, pero me resulta muy difícil pensar en el más allá, de modo que seguiré escribiendo para quienes existen en este presente. Para algunos de ellos.

Tercero.
En ninguna circunstancia olvides el célebre dictum: “En literatura no hay nada escrito”.

Aquí me paro en seco, me cruzo de brazos y niego con la cabeza: escrito e inventado está ya todo. Solo queda exprimirse la particular imaginación que cada cual tenga, para escribir de forma “única”.

Cuarto.
Lo que puedas decir con cien palabras dilo con cien palabras; lo que con una, con una. No emplees nunca el término medio; así, jamás escribas nada con cincuenta palabras.

De acuerdo, señor Monterroso: esta amante del término medio aquí se quita el sombrero, pues al contar no hay nada más soporífero que la prudencia.

Quinto.
Aunque no lo parezca, escribir es un arte; ser escritor es ser un artista, como el artista del trapecio, o el luchador por antonomasia, que es el que lucha con el lenguaje; para esta lucha ejercítate de día y de noche.

Cierto también: la práctica hace al perito, y por eso yo escribo incluso bajo sus consejos como si debiera.

Sexto.
Aprovecha todas las desventajas, como el insomnio, la prisión, o la pobreza; el primero hizo a Baudelaire, la segunda a Pellico y la tercera a todos tus amigos escritores; evita pues, dormir como Homero, la vida tranquila de un Byron, o ganar tanto como Bloy.

En este caso voy por el mejor camino. No gano ni para disgustos, de modo que acaba de alegrarme el día. La cárcel quisiera evitarla, usted disimule.

Séptimo.
No persigas el éxito. El éxito acabó con Cervantes, tan buen novelista hasta el Quijote. Aunque el éxito es siempre inevitable, procúrate un buen fracaso de vez en cuando para que tus amigos se entristezcan.

Siento llevarle, de nuevo, la contraria. Si la palabra “persigo” resulta un tanto excesiva, sí que “sigo” un éxito suficiente que me permita la independencia a través de mi trabajo. Tengo cierta dificultad para entender el sarcasmo, así que no haré comentario sobre las últimas palabras….

Octavo.

Fórmate un público inteligente, que se consigue más entre los ricos y los poderosos. De esta manera no te faltarán ni la comprensión ni el estímulo, que emanan de estas dos únicas fuentes.

Aquí sí que ya me pierdo entre el sarcasmo, la comprensión y los estimulantes… De todos modos, creo “pescarlo”. Creo.

Noveno.
Cree en ti, pero no tanto; duda de ti, pero no tanto. Cuando sientas duda, cree; cuando creas, duda. En esto estriba la única verdadera sabiduría que puede acompañar a un escritor.

Genial, porque eso soy yo: una auténtica montaña rusa que un día se piensa con talento, para al siguiente preguntarse qué demonios hace. Esto se me da de escándalo.

Décimo.
Trata de decir las cosas de manera que el lector sienta siempre que en el fondo es tanto o más inteligente que tú. De vez en cuando procura que efectivamente lo sea; pero para lograr eso tendrás que ser más inteligente que él.

Mis lectores son todos más inteligentes que yo, y más guapos, más listos, más generosos, buenas personas, pacientes, tolerantes… ¿De qué si no me iban a estar leyendo?

Undécimo.
No olvides los sentimientos de los lectores. Por lo general es lo mejor que tienen; no como tú, que careces de ellos, pues de otro modo no intentarías meterte en este oficio.

Tenemos miles de sentimientos y miles de voces para gritarlos. Luego -eso sí- se nos da regular salir del cuarto de escritura y expresarlos como el resto de la humanidad. Cositas nuestras…

Duodécimo.
Otra vez el lector. Cuanto mejor escribas, más lectores tendrás; mientras les des obras cada vez más refinadas, un número cada vez mayor apetecerá tus creaciones; si escribes cosas para el montón nunca serás popular y nadie tratará de tocarte el saco en la calle, ni te señalará con el dedo en el supermercado.

En ello estamos, don Augusto: ojalá sea como usted afirma y me vea como en “La invasión de los ultracuerpos”. Es broma. Prometo mejorar…

Descarte: punto tercero y séptimo. ¿Y tú?

La entrada Un decálogo de doce puntos, por Augusto Monterroso. se publicó primero en Marga de Cala.


Volver a la Portada de Logo Paperblog

Sobre el autor


Marga 1204 veces
compartido
ver su blog

El autor no ha compartido todavía su cuenta

Revistas