Un día en la Alpujarra con grandes amigos

Publicado el 19 abril 2013 por Nosolodeviajes @Nosolodeviajes

Hoy íbamos a compartir el día con una pareja que conocimos en un crucero y que se han convertido en buenos amigos nuestros.

Íbamos a ciegas, ellos se habían encargado de preparar el día y nos llevarían de paseo.

La primera parada sería Pampaneira, un pueblo muy bonito que me sorprendió bastante.

Paseamos por el pueblo, subimos sus cuestas y admiramos su paisaje.

Llegamos a una tienda donde vendían jamones y otros productos de la zona.

El dueño de la tienda, sin conocernos de nada, les dijo a los chicos que le echasen una mano porque se les desbordaba la cosa.

Había mucha gente dentro de la tienda, era una excursión.

Sin pensárselo dos veces, mi marido y el de la otra chica que venía con nosotros, se pusieron a ayudar al dueño de la tienda a cortar jamón y queso mientras él vendía como loco a toda aquella gente.

Seguimos nuestro paseo recorriendo el pueblo y sintiendo la tranquilidad que se respiraba allí.

Subimos al coche y seguimos nuestro camino, próxima parada Fuente Agria.

La fuente agria llama mucho la atención por el color anaranjado que tiene. Ésto es debido a la alta concentración de limonita (mineral de hierro) que tiene el agua y que con el paso del tiempo se ha depositado en todo el recorrido del manantial.

Nuestros amigos granadinos nos hicieron probar ese agua y puedo decir que es de las cosas más repugnantes que he podido probar hasta ahora.

Según los vecinos de la zona, este agua es medicinal.

La zona es preciosa, todo lleno de verde. Tanto en sus paredes como en el suelo.

Volvimos a subirnos al coche, esta vez para ir hasta Trevélez.

Nada más bajar del coche nos llamó la atención el olor, ese olor característico de los secaderos de jamones. Todo el pueblo olía a jamón serrano con lo que el estómago empezaba a rugir. Pero antes de comer había que visitar el lugar.

Trevélez se divide en tres zonas: el barrio alto, el barrio medio y el barrio bajo. Pero eso sí, todo cuesta arriba.

Paseamos cerca del río en un ambiente de lo más tranquilo y sosegado, parecía que el tiempo no pasaba viendo esa maravilla de paisaje.

Paseamos por las empinadas calles del pueblo sin saber si íbamos a ser capaces de llegar hasta arriba del todo, pero lo íbamos a intentar.

Mientras bajábamos, nos encontramos a unos viejecitos muy simpáticos que accedieron a sacarse una foto conmigo.

Una vez en la parte baja del pueblo, decidimos que era la hora de comer y entramos en un restaurante.

Pedimos unos platitos para llenar el estómago y, aunque nos dijeron que era ligero, nos pusieron ésto:

Tras comernos ese plato de comida y hablar un ratillo, nos volvimos a subir al coche y volvimos a la carretera.

Nuestros amigos nos comentaron que hay una roca enorme desde la que hay unas vistas espectaculares, así que allí que nos fuimos.

No me subí a la roca, tengo vértigo, pero los que se subieron dicen que habían unas excelentes vistas. Yo me conformé con hacer fotos desde tierra firme.

Tras el rato de esparcimiento fuimos hacia el último lugar que íbamos a visitar, Lanjarón.

Allí dimos un paseo por el lugar, sacamos alguna foto y nos sentamos en una terraza a tomar algo.

Tras la visita, ya sólo quedaba regresar a Granada. Habíamos pasado un día genial en muy buena compañía.