Los perros parecen contagiarse de mi estado de ánimo y se despiertan gruñones y enfadados unos con otros. Me levanto. Salgo a la terraza. Les llamo, silbando. Primero aparece Rocky corriendo y aún ladrando. Luego asoma el hocico Blondie. La vieja Chispa es la última en situarse bajo mi balcón. Los tres se sientan y mueven sus rabos de un lado a otro sin cesar, observándome. Vuelvo a preguntarme cómo puedo amarles tanto.
40 minutos de trote. Así comienzo cada nueva jornada. Mis "paseos marchosos" me ayudan a meditar y a desconectar. Cuando no puedo disfrutar de ellos, los echo de menos. Hoy empiezo a aumentar mi dosis diaria de "trote cochinero" en 4 etapas de 40 minutos. Casi tres horas diarias para comenzar a recuperar la forma perdida.
Un cálido y sabroso capuchinito soluble, muy dulce, acaricia a mi garganta y abraza a mi estómago. Su ingesta me reconforta y relaja, al tiempo que me revitaliza. Sin embargo, la pieza dental que me molesta desde hace casi 48 horas vuelve a despertarse y el dolor me sacude. Agarro el móvil y le envío un sms a la mujer de mi dentista que es, a la vez, su auxiliar y mi amiga. Al poco recibo su mensaje de réplica: nos veremos el viernes.
La niebla, poco a poco, aparece tras los cerros. El sol y ella danzan un paso a dos, rítmico, sensual y que pareciera eterno. A veces es ella la que le deja sin aliento. Otras, él la abraza por completo y casi provoca que ella se diluya, desapareciendo.
Los árboles, campos, plantas y flores se mecen bajo el soplar del viento. De momento, sólo es brisa. Puede que al final del día ya alcance a escuchar sus sonoros lamentos.
Llega un día más y todo es igual pese a tan distintos momentos. El cambio todo lo ocupa disimulando, así, su efecto.
Una nueva semana en que el verano comienza a alejarse, poco a poco, casi sin quererlo. Resta sólo un mes para que el romántico otoño reine con su aroma fresco.
Un día más me saluda desde la cúspide del reloj sin tiempo.
Un día más me observa a través del mirar de mis propios adentros.
Quédate conmigo, nuevo día. Quédate hasta que lo oscuro te lleve lejos. Quédate y susúrrame lo que ocultas: ¡comparte conmigo tus más escondidos secretos!