Revista Diario

Un fantasma en mi ascensor

Publicado el 30 junio 2014 por Rizosa
Ante todo debo decir que en mi familia ni somos religiosos, ni somos demasiado supersticiosos ni mucho menos hombres y mujeres de fe. Más bien somos científicos, diría yo. Científicos con curiosidad y ganas de saber, pero necesitamos pruebas que expliquen y demuestren la realidad y no meros argumentos teóricos. 
Pues bien, hace un par de años mi madre vino a mí con el rostro serio y se sentó diciéndome que quería contarme algo. Al parecer, la noche anterior había salido a cenar con sus amigas por el barrio y, al regresar a casa a eso de las doce de la noche, se acercó caminando al portal del edificio mientras buscaba la llave en el bolso. Justo antes de abrir la puerta del portal vio a través de las cristaleras a una mujer que caminaba por el interior, acercándose a los ascensores. La mujer llamó a uno y entró.
Cuando mi madre entró en el portal, tan sólo unos diez o quince segundos después, se acercó al ascensor y lo llamó pensando que ya estaría subiendo con la señora en su interior, pero para su sorpresa las puertas se abrieron ante sus ojos. El ascensor no se había movido de allí y, lo que es más extraño, estaba vacío.
Yo pensé que mi madre habría bebido demasiada cerveza esa noche, y lo cierto es que no le di mayor importancia al asunto hasta anoche, que lo recordé de golpe.
Estaba yo despidiéndome de mi ovejo en el soportal de mi bloque, una especie de "porche" delante de la puerta de cristal, cuando vi a una mujer subir las escaleras que conducen al portal, hacia nosotros. Juanjo, mi ovejo, estaba de espaldas a ella, pero yo la vi perfectamente: una señora normal y corriente, vestida normal y corriente, sin ningún halo traslúcido ni nada que me hiciese asustarme o fijarme en demasía en ella.La cuestión es que yo volví a girarme hacia Juanjo y abrí mi bolso buscando las llaves para entrar con ella en el portal y cuando volví a mirar LA MALDITA MUJER NO ESTABA. Se había esfumado, y no habían pasado ni 5 segundos. No había dado tiempo humano de irse hacia ningún otro lado calle abajo sin que la hubiésemos visto, es más, calculando mentalmente ya debería estar a nuestro lado... pero no.
Y ahora voy acojonada en el ascensor. Yo, que no creo en fantasmas. 
Y todo por culpa de Iker Jiménez y de su miedo atávico.

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