Revista Talentos

Un festín sabatino y demás tucuymas

Publicado el 07 abril 2015 por Perropuka

Un festín sabatino y demás tucuymasEl mejor sábado posible, con el sol recuperándose luego de una semana vacilante entre fría y algo lluviosa. El mejor sábado posible luego de un viernes desabrido por la carne blanca (el surubí, aunque frito, sigue siendo soso) y por el aburrido espectáculo de ver a los Caballeros del Santo Sepulcro y demás hermandades de la santa hipocresía paseando su solemnidad en romería. Dos días de cortinas cerradas, las de las casas y las de las vinaterías. 
El jueves de mañana, creyendo que era previsor, fui a peregrinar por las agencias de licores chapacos para hacerme de un par de vinitos, reserva especial para el sábado, cumpleaños de un amigo del alma. El alma no guarda tantas amistades, mucho menos la mía que de no ser miserable es cicatera. Prohibieron hasta la venta de vinos, quién se farrea con vinos en este país de borrachos conocidos, antes que alcohólicos anónimos, como dice un amigo. Los tatacuras sí pueden libar dizque la sangre de Cristo, aun dentro de la sacristía, y yo no puedo brindar a la salud de mi amigo. Tamaña contradicción. Un estado laico que se da el lujo de normarme qué debo hacer para no incurrir en pecado. El que quiera resguardar su castolicismo y demás trapicheos religiosos que se las aplique a su grey.
Conseguí los vinos esa misma mañana de sábado, muchos negocios seguían cerrados.Una de la tarde y fracción, con una tenue columna de humo como guía llego a mi destino. Brasas en el patio y viejo árbol de pino, testigo de cuántas guitarreadas con las que cerrábamos la noche, saboreando anticuchos. Me recibe una lata fría de cerveza como la extensión de un brazo. Recién me confundo en abrazos. Los primeros invitados, viejos amigos, ya están probando los cocidos de haba y choclo. Circula en cazuela la naranjeta, creación del padre del agasajado, un delicioso revuelto de carne para ir picando con pan de marraqueta y llajua. Juro por dios, apelando a su peculiar muletilla cuando quiere ser enfático, que no he conocido más dedicado y mejor anfitrión que él. 
Doran al sol y al calor de las brasas las suculentas tiras de chuparse hasta el hueso, hay quien se atiborra de mollejas, me dan pereza las alitas de pollo por sus escuálidas carnes, prefiero el sabor tostado de los chorizos parrilleros. Corazones de vaca fileteados con todo corazón nos gusta a todos: por manojos salen cada tanto los anticuchos, esos corazones trinchados en palillos para ser devorados en caliente con salsa picante de maní y acompañamiento de papas y cebollas blancas retostadas. Así nos perdimos toda la tarde, de bocado en bocado, unos con fernet -ese licorcillo que parece salido de la botica de abuela- para sosegar la digestión; otros degustando con altura el milenario vino, perdición de dioses y mortales de otras épocas. 
Asomando el crepúsculo, todavía llegaban más almas a la fiesta. Asomaron el ron siete años y cierto licor mentolado apreciado por las chicas. Asomó la guitarra en manos de diestro tuno y se desató la serenata. Zambas, cuecas, baladas del ayer y pinches rancheras que ponen a prueba mi paciencia como todo lo que suene a mariachi. Entretanto, una mirada inconsciente me sacudió el desastre de lo no vivido. Había, ahí entre las sombras, los amargos recuerdos de unos besos no dados. Donde hay materia inflamable late la amenaza de un incendio. Las curvas de la noche que erizan la piel de cualquier hombre, me acompañaron toda la madrugada solitaria. Mi warmi que no fue. Por gil, diría un paisano. 

Un festín sabatino y demás tucuymas

Juro que había ensalada "solterito", como tiene que ser


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