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En la Parte I ya os puse en antecedentes, que no dejan de ser necesarios para enterarse de qué va la película -para que luego digáis que no hago nada por vosotros...-. Y como veis, no os he hecho esperar apenas para la segunda parte, que luego os ponéis nerviosos y a ver quién os aguanta.
Puede que echéis de menos la línea descriptiva de mis post, pero permitidme que, por una vez, me guarde los detalles, y no os cuente intimidades -ya sabéis más de las que imaginabais que os contaría, y si no es así, es porque no me leéis con asiduidad-. Quiero guardarme esa parte para mí, que quede entre Héctor y yo...
Dicho lo anterior, continuaré la historia...
De normal siempre preparo los viajes con tiempo, busco información del lugar, hago guías, imprimo planos, bla , bla, bla... Pues bien, esta vez no fue así. El viaje se organizó un lunes-martes, y nos íbamos el viernes. De normal la maleta la preparo una semana antes, pero esta vez lo hice el jueves por la noche. No pasa nada porque no lo planifique todo, a mí también me gusta ser espontánea, ¿o qué os creíais?
Héctor iba desde Madrid, y yo desde Valladolid. Yo llegaría unos minutos antes que él, el tiempo justo para ir a recogerle a la estación de autobuses desde la de trenes -¿habéis visto qué caballerosa que soy?-. He de reconocer que estaba nerviosa, es normal, en todas mis pequeñas aventuras lo estoy, forma parte de mi forma de ser.
Nos encontramos en la puerta de la estación. Justo en ese momento, los nervios se me fueron, ya no había cabida para ellos en mí, el finde acababa de comenzar. Tras un pequeño incidente con el bus que tenía que llevarnos al hotel -los horarios están para algo, queridos autobuses abulenses-, llegamos al hotel .
El hotel no estaba en Ávila centro, sino en el polígono industrial, a escasos 1.5Km de la estación de Renfe y 2Km de la de buses. El H2 Ávila es de tres estrellas -aunque de esto me enteré una vez allí-. La decoración moderna, pero sencilla, en todo el recinto. La habitación agradable, con cama de matrimonio grande -enorme me atrevería a decir-, baño completo con ducha enorme con dos alcachofas -una móvil y otra fija de techo, cada una con un mando independiente (nota para el futuro, conseguir una de esas)-, tele grande, y demás chuminadas. Cabe destacar que nos trataron muy bien, todas las personas con las que tuvimos contacto fueron de lo más agradables. Por otra parte, digno de mención es también lo bien que cenamos las dos noches, y a muy buen precio -que siempre sabe mejor- (y no, no me pagan por hablar bien del hotel...).
No os lo voy a engañar, la mayoría del tiempo lo pasamos en la habitación del hotel, pues en esencia es a lo que íbamos, y luego, si nos apetecía, a conocer un poco la ciudad, cosa que hicimos el sábado por la mañana, y el domingo antes de marchar -había que cumplir-.
Sé que os sabe a poco, que os encantan los detalles, pero esta vez no habrá. Dejaré que vuestra imaginación se ponga en funcionamiento y construya lo que le apetezca.
Por mi parte diré que me lo pasé muy bien, fue algo totalmente distinto, me sentí muy cómoda, y todo fluyó con muchísima naturalidad, con una confianza inusual para ser la segunda vez que nos teníamos cara a cara. Dicen que lo bueno, si breve, dos veces bueno, y en el fondo es así, pero no tenía ganas de volver. Disfruté tanto del finde, que quería que continuara, como si del día de la marmota se tratara.
Héctor, gracias por un fin de semana tan agradable. Ya te he dicho en alguna ocasión todo lo que has hecho y haces, aunque sea sin darte cuenta. Gracias por darme ese empujoncito que me hacía falta para vivir y disfrutar la vida.