Revista Talentos
Un fugitivo más escurridizo que Rambo
Publicado el 06 marzo 2013 por PerropukaDijeron que estaban haciendo todo lo posible por capturarlo. Moviendo cielo y tierra para hallarlo. Parecía la mayor operación de la historia de la institución. Tremendo despliegue de motocicletas y autos patrullas armaron en algunas ciudades. Conmovía tanto celo profesional. El sospechoso había sido visto en varias poblaciones, supuestamente, o sus clones. “Que nadie intente detenerlo, es un individuo altamente entrenado y está armado” decía un oficial a modo de portavoz.
Durante tres semanas lo buscaron hasta debajo de las piedras. Tarea harto difícil había sido dar con el paradero de un hombre que medía alrededor de 1,85. Toda una hazaña pasar desapercibido en un país de enanos como Bolivia (yo mismo mido 1,78 y la gente me considera un tipo alto porque aún puedo mirar por encima de muchas cabezas), además de poco poblado y de ciudades pequeñas que supone casi imposible camuflarse entre la población porque siempre hay alguien a quien reconocer en la calle. La única alternativa es el monte y vivir como un ermitaño.
Así pues, al teniente de policía Jorge Clavijo, la tierra se lo había tragado. Resulta que estaba más entrenado que Rambo, así lo sugería cuanto jefe salía a declarar por el lento avance de las pesquisas. Desde especialista en salvamento y rescate, antiterrorismo, defensa personal y labores de inteligencia, sobre todo esta última materia, constituían parte del entrenamiento especializado del sujeto. Por eso iba un paso por delante de ellos, insinuaban, para tratar de justificar la inoperancia de todo el cuerpo de investigación. En el ínterin, todo el mundo se preguntaba si la policía no tenía efectivos tan cualificados como el perseguido. Un solo individuo poniendo en ridículo a toda la institución encargada de la seguridad. Ni que fuera Harrison Ford personificando al Dr. Richard Kimble.
Recordemos que el fugitivo era señalado como el asesino de su esposa, una periodista de televisión. El crimen ocurrió en la segunda semana de febrero, a pocos días de San Valentín, que en otros países se celebra como el día de los enamorados, y que cada vez va ganando más adeptos en el nuestro. Luego de haber asestado una quincena de puñaladas, el atacante huyó en el automóvil de la víctima, tomando rumbo desconocido, no sin antes haber herido también a la madre de la infortunada. Los familiares sostienen que la policía tardó demasiado en reaccionar, lo cual alimentó desde el primer momento las sospechas de encubrimiento. Posteriormente, era tal la presión de la opinión pública, sacudida por la cobertura mediática de los hechos, que a la policía no le quedó otro camino que intentar reivindicarse de su indolencia. Hasta el ministro de Gobierno se puso de parte de los indignados, presionando a los jefes policiales. Todo el mundo sabe que, sin escándalo mediático, el crimen hubiera pasado casi desapercibido, como viene ocurriendo con un sinfín de casos análogos sin resolver.
Los días pasaron y no había información relevante. Entretanto, la familia de la asesinada vivía en permanente zozobra, aún con custodia policial enfrente de su domicilio. Razones tenían para sentirse inseguros, ya que el homicida había amenazado con matar incluso a su propio hijo, un menor de apenas cinco años que había presenciado el ataque contra su madre. Informaciones vagas en el ambiente no hacían más que alimentar el dolor y la incertidumbre de la familia. Muchos días después, por fin se encontró el coche del sospechoso, completamente destrozado en el lecho de un rio profundo, en cercanías de La Asunta, población yungueña a más de 200 kilómetros de La Paz. Otra vez resultaba sorprendente que el motorizado hubiera atravesado al menos tres retenes de control carretero, como si nada. No fue la policía -que andaba con la pista en otros sitios-, sino los campesinos de la zona que informaron del hallazgo. Bastante satisfechas, las autoridades afirmaron que las averiguaciones iban por buen camino, que el cerco se estaba estrechando, que era solo cuestión de tiempo.
El tiempo pasó y la investigación no parecía desembocar en ninguna parte. Hasta daba la impresión de que los investigadores habían levantado los brazos, rendidos y sobrepasados por la exigente tarea. Ayer, martes, un golpe de suerte quiso que el fugitivo apareciera solito. A pocos kilómetros del sitio donde se halló su automóvil. Fueron otra vez los lugareños, a su vez guiados por el olor. El ex policía fue hallado colgado de un árbol, aparentemente se había suicidado con el cinturón de seguridad de los asientos. Por el estado de putrefacción resulta dificultosa la identificación, pero, dada su estatura y algunos objetos encontrados cerca como un celular y latas de conservas, parecen indicar que se trata de él. Los familiares de la periodista no se fían, exigen un análisis de ADN fuera del país para estar seguros. Como no podía ser de otra manera, los jefes y el ministro del ramo corrieron raudos a la morgue para efectuar las declaraciones de rigor. Muy disfrazados de forenses atendieron todas las preguntas. Para su mala suerte, el show fue opacado por la noticia del fallecimiento de Hugo Chávez. De lo contrario, se hubieran anotado otra victoria propagandística.