Revista Diario

Un gato negro

Publicado el 11 agosto 2010 por Fragmentario
Gatito mirando al sudeste

Gatito mirando al sudeste

Abro la puerta y hay dos gatos. Uno es el del vecino, un siamés grande que me mira en la pose aristócrata de los gatos bien alimentados. El otro, de pocos meses, flacucho y sucio, cruza el umbral de la puerta a toda velocidad. Está asustado. Envío un mensaje de texto a mi hermana. Ella me recomienda que lo adopte y le dé leche. No parece tan difícil, al menos para ella.

Cuando regreso, el gato está echado en mi sillón. Le sirvo leche en una bandeja y la pongo en el lavadero. Intento sacarlo del sillón, me muerde, lo atrapo y lo acerco al bebedero. El gato se alimenta vorazmente, hasta quedar tendido. “Listo, murió y se acabó el problema”, pienso, pero lo toco y respira. Un rato después vuelve a entrar, caminando satisfecho. Explora la casa, salta en todas las camas, entra en los placares. Mientras, twitteo mi nueva situación. Recibo bienvenidas, buenos consejos, prediccionesreflexiones, recomendaciones especiales. Buena onda. No la de Gabi Michetti, sino la de verdad.

Llega la hora de ir a la escuela. Me pongo la mochila y dejo la puerta que da al lavadero abierta, por si el bicho necesita salir. Saco un cajón de la cocina, lo lleno de trapos y lo obligo a acostarse. En Didáctica no nos enseñaron a educar a los gatos, así que no se me ocurre otra forma de indicarle que esa es una cama a escala.

-Me voy -le digo, sin saber si es correcto hablarle a un gato-, tengo que dar clases y vuelvo tipo nueve. Tenés leche y podés entrar, pero ni se te ocurra acercarte a la cerveza. Te corté un pedazo de pan de carne, ahora voy a comprarte algo más.

Él mira extrañado, pero supongo que entiende.

Al llegar a casa, con la noche arriba, el gato ya no está. Esta mañana tampoco. ¿Es normal que se ausente tantas horas? ¿Volverá? ¿Existe la posibilidad de que no haya llegado buscando ser domesticado, sino simplemente alimentado? ¿Habrá leído en Twitter que amenacé con comérmelo?

Dejé intacta la cama de trapos. La lata con agua sigue allí. Puede entrar cuando quiera pasando por el espacio entre las rejas. Los próximos días dirán si este encuentro fue de solidaridad efímera o de convivencia definitiva. No lo voy a forzar. Como escribe Soriano, experto en el tema, un escritor sin gato es como un ciego sin lazarillo. No es posible usar al gato para nada personal, no hay manera de privatizarlos.


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