El cine español necesita películas grandes, medianas y pequeñas, decía Juan Antonio Bayona en la polémica gala de los Goya. Y lo dice él que, además del premio de la taquilla, ha recibido el Goya al mejor director por Lo imposible. Una superproducción que nada tiene que envidiar a las películas de Hollywood que ha conseguido enrolar a las refulgentes estrellas internacionales Naomi Watts y Ewan McGregor.
Lo imposible se ha convertido en la película española más taquillera de la historia. Sólo aquí ha recaudado 42 millones de euros. Y parece que no se le perdona. No sabemos perder. ¿Que la película es un bodrio, un drama basado en hechos reales de los que emite Antena 3 los domingos por la tarde? ¿Y qué? ¿Es que el cine español tiene que ser genial o no ser?
Se inventan fórmulas, se importan modelos, haciéndolos patrios y castizos. Para la posteridad quedarán Spanish movie o Fuga de cerebros. Y le parece genial. Los referentes en los que se inspiran son igualmente deplorables. Y no pasa nada. Se necesitan películas de todos los tamaños, colores y formatos. Pero después no se consumen. Ella aboga por sacudirse los complejos, también en el cine. Ahí queda el experimento de Paco León que se estrenó simultáneamente en diversas plataformas y que boicotearon distribuidoras y salas. Blancanieves y su protagonista deslenguada han arrasado. Pero la taquilla no acompaña.
En cambio, los espectadores que disfrutaron The artist fueron legión. No se le perdona al cine que quiera ser un negocio, que sea un negocio. Y que, a pesar de las ayudas e IVA mediante, quiera ser rentable. Candela Peña decía que hacía dos años que no trabajaba. Son malos tiempos para la lírica. Y para la sanidad, para la educación. Y tienen todo el derecho del mundo a elevar la voz aprovechando la visibilidad que da enarbolar un Goya como bandera.