Revista Literatura
Esto es casi insoportable. Y digo casi porque por fortuna disponemos de elementos que atenúan, de una manera u otra, la agobiante sensación de pesadez, de cansancio y de aplomo que sentimos cuando nos golpea un calor extremo como el de los últimos días con unas temperaturas que, si bien parece que están dando un respiro en buena parte de España, se mantienen sin apenas cambios en toda la vertiente este. Viene siendo así desde hace mucho tiempo y lo peor, consecuencia directa del famoso cambio climático, sin duda está por venir...
Recuerdo que, en mi infancia, también tuvimos olas de calor. Siempre las hemos tenido pero nunca tan duraderas ni tan pronto. Esta que nos azota llegó días antes de que comenzara oficialmente el verano, sigue todavía presente y nadie sabe cuándo se irá, si es que lo hace. La época de sol y playa será pronto para muchos, y desde luego para mí lo es ya, la peor del año y deseando estoy que llegue su opuesta aunque tenga que vestirme con medio armario y taparme con dos mantas.
Porque esa es una de las cosas que hacen que, a día de hoy, yo prefiera el invierno al verano. Protegerse del frío es relativamente fácil, ya que aquí no es especialmente intenso a pesar de que la humedad hace que se meta en los huesos, y siempre puede uno ponerse una nueva capa de abrigo si lo que lleva no es suficiente pero no es posible hacer lo mismo en verano. Si el calor golpea con tal virulencia que, aunque nos quitemos todo, seguimos agobiados, ¿qué hacemos, nos arrancamos la piel y todo lo demás como hace Robbie Williams en el videoclip de su canción "Rock DJ"? (No voy a poner ninguna imagen de ese momento, quien la quiera ver que la busque).
De acuerdo, están el mar y la piscina, o la ducha al menos para refrescarse, además del aire acondicionado o un ventilador como el que me he visto obligado a comprar para ponérmelo aquí porque trabajar con el ordenador ahora es como estar frente a un horno. Pero todos esos elementos solo nos alivian temporalmente durante el tiempo que los estemos usando. En el instante en el que salimos del agua o nos apartamos de la corriente de aire volvemos a sudar y a pasarlo mal, y tampoco podemos estar todo el día a remojo como si fuéramos legumbres ni expuestos a los continuos cambios de temperatura habituales al entrar o salir de cualquier recinto, y que hacen que seamos propensos a enfermar. Y creedme, pocas cosas hay peores que resfriarse en estas fechas...
Los extremos, tanto de un lado como del otro, son malos. Es decir, si el calor extremo es duro también lo es el frío pero, en lo que a mí respecta, es mucho más llevadero este último. Por eso y a pesar de que el verano está recién comenzado, ya cuento los días para que llegue como poco octubre para que el sudor, la humedad que hace que estemos pringosos y el apoltronamiento sean como el calor historia hasta el año que viene. Solo me queda esperar, probablemente en vano, que cuando llegue de nuevo esta estación, sea más suave y llevadera que ahora.