Un liqui-liqui en la galia / el alimento de los dioses

Publicado el 18 octubre 2009 por El Cuentador

“Feliz chocolate, que después de haber recorrido el mundo a través de la sonrisa
de las mujeres, encuentra la muerte en un beso delicioso
y que se derrite en su boca”.
Anthelme Brillat Savarin
Cuentan de un lugar que dependiendo de la tradición, se conoce como Cielo, Jardín Florido, Aaru, Campos Elíseos, Nirvana, Praderas de las Cacerías Felices, Tír na nÓg, Valhala o Isla de los Bienaventurados, entre otros nombres y al cual irían después de morir, quienes se portan bien. Juego a la idea de que el lugar está hecho a la medida de nuestros gustos terrenales; es decir, que el Paraíso de cada uno de nosotros contendría aquellos elementos que nos hicieron más felices en la Tierra. De ser así, entre lo que yo encontraré allá –si me toca ir– estará el chocolate, cuyo sortilegio sobre mí se fraguó entre las galletas Susy y los chocolates Savoy de mi infancia, las tortas y pudines que la mano de mi madre aún puede crear y el vaso de Toddy o la taza de chocolate caliente de mis desayunos o meriendas.
Este viernes pasado tuve una experiencia plena de teobromina: estuve en el 15° Salón del Chocolate en París, una exposición inmensa dedicada a ese maravilloso elemento infaltable en mi (cruzo los dedos) posible Más Allá. Estupendos 14.000 metros cuadrados de exhibición, cerca de 400 participantes de diversos países y unos 150.000 visitantes girando en torno a toda clase de asuntos relacionados con el chocolate: insólitos y refinadísimos bombones, reconocidos chef mostrando en vivo sus secretos de cocina con chocolate, exposiciones y conferencias sobre la cosecha y la historia del cacao, arreglos florales con imitaciones de flores y plantas hechas en chocolate, crema de cacao para el cuerpo, depilaciones a base de chocolate y hasta un desfile de moda con vestidos que además de tela, incluían chocolate en su confección.
La edición 2009 del Salón del Chocolate tuvo como tema central la ópera (el género musical, no la torta de chocolate, aunque esta también estuvo presente). Así, el desfile de modas mencionado se inspiró en el vestuario de diferentes óperas y vi una exposición de obras de arte con temas asociados, con sorprendentes esculturas y hasta un cuadro de chocolate sobre la primera escena de baile de La Traviata. Una de las atracciones principales del salón fue una réplica de aproximadamente dos metros de largo por un metro de alto y medio metro de profundidad, del famoso Teatro de la Ópera Garnier de París, hecha en chocolate con incrustaciones de cristal que tomó catorce días para ser realizada. Qué bueno que el complejo de exposiciones no tiene hormigueros cerca.
Hubo un especial homenaje al profesor Christian Cabrol, cirujano pionero del trasplante de corazón en Francia y Europa. El Dr. Cabrol ha sido conferencista en todas las ediciones del Salón y sostiene que comer chocolate, por supuesto sin excesos, es bueno para el corazón. El acto fue especial porque durante el reconocimiento se le obsequió un chocolate de más de dos kilos en forma de corazón, elaborado por un chef cuya abuela fue operada por el Dr. Cabrol hace ya muchos años y que hoy continúa viva gracias a la operación.
No sólo de chocolate vive la exposición; también había vainillas y confituras de Madagascar, panes dulces y mermeladas, moldes de repostería, especias, libros, malvaviscos y caramelos, galletas, licores y hasta un stand donde –haciendo un alto en la ingesta chocolatosa– probé un sorbo del recontrafamoso vino Tokay de Hungría, cuya presentación más económica –que por supuesto no adquirí– costaba la bicoca de 43 euros.
Mención aparte deben recibir varios artesanos y maestros chocolateros, tanto franceses como suizos, italianos, belgas y hasta… ¡japoneses!, con soberbias creaciones cada una mejor y más sublime que la otra, tanto en sabor como en apariencia. Tampoco escapa el salón a las tendencias ecológicas y de desarrollo sustentable, de manera que algunas marcas se proponen como modelos de comercio equitativo o aspiran a ser preferidas sobre otras con argumentos como que contribuyen a conservar los cultivos tradicionales, que el cacao que utilizan es orgánico o que su producción logra de alguna forma combatir el recalentamiento de la atmósfera. Chocolate responsable, pues.
En fin, una muy variopinta exhibición de tentador y pecaminoso chocolate donde aprendí cosas diversas e interesantes: por ejemplo, que muy pronto se inaugurará en París un museo dedicado exclusivamente al chocolate o que la palabra “cacao” proviene de la voz maya “cacahua” o “kaka’w” con la que los mayas designaban a la planta del cacao y que se relaciona con el vocablo “kakh” que significa fuego, por el fuego que la fruta guardaba en sus semillas. El origen de la palabra chocolate no es tan claro, porque varias expresiones en lenguas centroamericanas se le parecen, tales como: “chocol haa” o “chocou hoa” que en maya quiché significa: “agua caliente”; “chocola’j”, también del maya quiché, que quiere decir: “beber chocolate juntos”; “cacáhuatl” que en náhuatl equivale a “agua de cacao”; o “xocóatl”, también del náhuatl y que significa “agua amarga”.
Me enteré también de que aunque el cacao es americano –de acuerdo con estudios genéticos, probablemente originario de la Orinoquia, donde surgiría hace tal vez unos 4000 años–, sólo dos países de nuestro continente están entre los ocho principales productores de cacao del mundo; estos son en orden de importancia y de acuerdo con cifras del 2008: Costa de Marfil, Ghana, Indonesia, Nigeria, Brasil, Camerún, Ecuador y Malasia. El 90% del cacao consumido en el planeta viene de estos países, los cuatro primeros acumulan más del 75% de la producción global y el líder, Costa de Marfil, produce 41% del cacao del mundo.
Una pequeña desilusión fue no haber visto presencia oficial de Venezuela, a pesar de que en la lista de expositores estaba incluida nuestra embajada –que según el plano de la exposición tendría un stand que no existió– y de una presentación de bailes tradicionales venezolanos anunciada como parte del programa artístico, que no se realizó, al menos el día de mi visita; supongo que algún inconveniente de última hora debe haber ocurrido. A pesar de ello, fue muy agradable observar que la calidad del cacao venezolano es cada vez más reconocida y que más de un artesano informaba expresamente que sus chocolates eran elaborados con cacao proveniente de mi tierra natal. Mencionaré de pasada un puesto que ofrecía unos bombones llamados “Caracas”; cuando pregunté con qué cacao había sido hecho, me dijeron que de Malasia. Por supuesto, ahí no compré nada.
La historia del cacao está llena de deliciosas pequeñas historias. Dadas sus supuestas propiedades afrodisíacas, en tiempos coloniales algunos monjes franceses prohibieron su consumo y tanto en Francia como en España se llegó a catalogarlo de vicio; es evidente que el rechazo no prosperó. Se dice que fue el cocinero de Luis XIV quien ideó la manera de solidificar el chocolate, que para entonces sólo se ingería en forma líquida, así como el café o el té, pero la anécdota que más me divierte es la de una marquesa francesa que tuvo un hijo de piel bastante oscura y en su defensa argumentó que ello había sido el resultado de… ¡haber comido demasiado chocolate!
Theobroma cacao es el nombre científico del cacao. Theobroma significa “alimento de los dioses” y según la leyenda, nada menos que Quetzalcoatl, compadecido de las penurias de los toltecas, bajó a la Tierra a ayudarles y plantó un arbusto robado a los dioses, de donde surgió el cacao para darles alimento y fuerza. Es decir, si cuando me toque ir para otro mundo tengo la posibilidad de elegir un Paraíso, tal vez escoja el de los toltecas, porque allí chocolate ha de haber. No llegaré a decir aquello de que “Si en el Cielo no hay chocolate, ¡pues no voy!”, pero más le vale a Quetzalcoatl no haberse robado la única planta de cacao de allá, porque de lo contrario tendrá que vérselas conmigo; por si acaso y también para ir reuniendo energía, escribo esto al lado de una suculenta taza de espeso y humeante chocolate.

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Las fotos que aparecen en este artículo fueron tomadas por mí el viernes 16 de Octubre de 2009 en el 15° Salón del Chocolate de París. Más fotos e información sobre este salón, en http://www.salonduchocolat.fr/