“Éste sería mi patrimonio, es decir, todo lo que del tesoro
de las generaciones puedo y quiero aceptar como lo mío”.
Jan Kieniewicz.
Los pasados 19 y 20 de Septiembre se celebraron en Francia las Jornadas del Patrimonio. La iniciativa, que fue creada por el Ministerio de Cultura francés en 1984, tiene lugar el tercer fin de semana de Septiembre y su objetivo es incrementar el interés y la conciencia de los ciudadanos sobre el vasto patrimonio del país. A tal fin, una gran parte de los sitios que lo constituyen –la noción de patrimonio abarca, además de los grandes museos, castillos y edificios históricos, parques y jardines, sitios arqueológicos y lugares de actividad industrial, cultural, artística, militar, agrícola e investigación– se abren de manera gratuita a los visitantes.
Vale la pena señalar que cada edición de la iniciativa tiene un tema particular; el de este año fue “Un patrimonio accesible para todos” y por ello se hizo énfasis en mejorar las condiciones de accesibilidad, con énfasis en las personas con discapacidad, a fin de que todos, verdaderamente todos, pudiesen disfrutar plenamente de las jornadas.
Las cifras oficiales sobre el patrimonio en Francia incluyen: 43.180 monumentos históricos, 2.200 parques y jardines, 130.000 objetos, 100 sectores protegidos, 610 zonas de protección de patrimonio arquitectónico, urbano y paisajista, y 139 ciudades y lugares de arte e historia. 33 bienes franceses están clasificados como Patrimonio de la Humanidad según la UNESCO.
La palabra “patrimonio” nos viene de la expresión en latín Patri onium, que significa: “lo recibido por el padre” (cuidado quienes crean que “matrimonio” significaría, por equivalencia, “lo que se recibe de la madre”; la palabra apunta para otro lado). Una de sus acepciones actuales más comunes es, por supuesto, el conjunto de bienes que hereda una persona de sus ascendientes; se puede decir entonces que el patrimonio de un país son los bienes que sus habitantes legan a las siguientes generaciones.
Ahora bien, aumentar el conocimiento sobre el patrimonio no es tan sólo una iniciativa plausible desde el punto de vista de ciudadanía y cultura general. De un estudio llevado a cabo de Marzo 2007 a Diciembre 2008 en Francia, se desprende que el impacto económico nacional del patrimonio es veinte veces superior al del gasto público de inversión. El patrimonio genera en Francia más de 500.000 empleos, de los cuales 33.000 son empleos directos y alrededor de ¡21.100 millardos de ingresos! He ahí otra buena razón para promover su conocimiento, conservación y ampliación.
A partir de 1991, la iniciativa de las Jornadas del Patrimonio se ha expandido por Europa y hoy en día son ya 49 países los que la celebran. Una particularidad es que incluye la apertura de sitios habitualmente restringidos al público; en el caso de Francia hablo de lugares como el Palacio del Elíseo (oficina y residencia del Presidente de la República), la Asamblea Nacional, el observatorio del Centro Nacional de Estudios Espaciales o las instalaciones de la emisora nacional de televisión TF1. Algunos de ellos, como el despacho presidencial, llegaron a tener filas de espera de más de 3 horas.
Confesaré que mi paciencia y pasión por las oficinas públicas y centros de poder no es suficiente como para aguardar tanto, pero aprovechando una ocasión que se presenta una vez al año (y sabiendo que la fila no sería tan larga), conocí lugares por los que siempre había sentido curiosidad y que precisamente por ser de acceso restringido (o pago), no había visitado aún. Pude contemplar así:
El Palacio Nacional de los Inválidos, que incluye el museo militar, una exhibición de armas y armaduras antiguas, la Iglesia Saint-Louis-des-Invalides con su hermoso órgano tubular y el Panteón Militar, que resguarda la monumental tumba de Napoleón.
Los absolutamente extraordinarios salones del Teatro de la Ópera Garnier –llamado así en honor al arquitecto encargado de su construcción, Charles Garnier–, verdadera profusión de fausto; si bien algo recargado para mi gusto, este legendario recinto fue, entre los que tuve la suerte de visitar, el lugar que más me sorprendió en cuanto a ostentación y lujo. Algún día iré a disfrutar de una ópera allí.
La Mansión de Beauvau, despacho oficial del Ministerio del Interior, donde pude apreciar además una exposición sobre estafas, falsificación y otras tracalerías. Aquí entre nos, me pareció medio irónico que en una oficina pública se expusiera precisamente ese tema, pero bueno, ese ministerio también es el organismo encargado de velar por la seguridad de las personas.
La Casa de Víctor Hugo, el renombrado escritor, ubicada en el barrio judío, con su bello salón de estilo chino y donde además me encontré con una serie de entretenidas pinturas, fotos y grabados relacionados con la novela Notre Dame de París.
El interior de la Alcaldía de París (mi edificio favorito de la ciudad) incluyendo el elegante despacho del Alcalde, la monumental sala de fiestas, un llamativo conjunto de vitrales, la hermosa sala de sesiones del Concejo Municipal, una simpática guardería “ecológica” que recibe 66 niños los días de semana y una interesante exposición sobre la distintas profesiones que se relacionan con la operación y mantenimiento diarios del edificio, entre ellos la plomería, la relojería (son unos cuantos los relojes que funcionan en la Alcaldía, algunos de ellos muy antiguos y valiosos), la decoración de fiestas y banquetes y la carpintería.
La Torre de la Catedral de Notre Dame de París, en la que después de subir una cantidad infame de peldaños de una escalera de caracol (más de 400 según el folleto oficial), pues no hay ascensor, se llega con un resto de aliento (a pesar de las paradas intermedias diseñadas para que no le dé un infarto a uno) a un mirador desde el que se puede contemplar una hermosa vista de la ciudad, así como observar de cerca algunas de las famosas estatuas en forma de quimeras y criaturas fantásticas ubicadas sobre la balaustrada, que han contribuido a la notoriedad de la histórica catedral.
En fin, unas agradables jornadas (con todo y las escaleras de la Torre) que para mí fueron de lo más parisinas y culturales, para despedir el verano.
Las fotografías que ilustran este artículo fueron tomadas por mí durante las Jornadas del Patrimonio; en orden descendente, corresponden a:
- Crucifijo de la Iglesia Saint-Louis-des-Invalides.
- Chimenea decorativa en la Alcaldía de París.
- Tumba de Napoléon (obsérvese la talla de las personas que contemplan desde arriba, para que se tenga una mejor idea de las dimensiones del sarcófago).
- Techo de una de las salas del teatro de la Ópera Garnier.
- Detalle de la sala de estilo chino de la Casa de Víctor Hugo.
- “La Estirga”, estatua también conocida como “El Pensador de Notre Dame”, (probablemente la más famosa de todas las representaciones de quimeras de la iglesia) ubicada en la Torre Norte de la Catedral de Notre Dame.
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