“I guess that’s why they call them the blues”. Título de una canción de Elton John.
Crecí en un país donde el béisbol es por lejos el deporte principal, pero los Mundiales de Fútbol son un evento que espero con ansia. Estamos en tiempos del Mundial 2010 y me gusta que el torneo me sorprenda; mientras escribo este artículo, se ha verificado la eliminación de Italia y de Francia, nada menos que campeón y sub-campeón del Mundial pasado, y aún no termina la ronda eliminatoria. Imagino que de las apuestas respecto de los clasificados para la siguiente fase, no queda ninguna en pie.
Me interesa conocer cómo Italia asumirá su eliminación y compararlo con lo que está sucediendo en Francia, cuyo equipo tuvo una actuación desastrosa. La selección francesa, favorita para quedar de primera en su grupo, jugó tres encuentros de los cuales perdió dos, contra las representaciones de Uruguay y de África del Sur, y empató otro con México. Sólo marcó un gol, recibió tres, ocupó el último lugar de su grupo y quedó eliminada al culminar la primera fase. La prensa y la opinión pública han sido durísimas y por todas partes hay reclamos y exigencias de renovación total.
Mi tropical mirada encuentra en la cultura francesa una modalidad general de cuestionar todo. Será tal vez herencia de Descartes o de tantos otros filósofos que han colocado en alto el nombre de Francia, el caso es que después del fútbol, me atrevería decir que el deporte favorito aquí es el cuestionamiento; cualquier tema se presta para un debate. Ahora, en cuanto al Mundial se refiere, ganar o perder es componente indisociable del deporte competitivo, pero el rendimiento del equipo se ha discutido aquí hasta en los más altos niveles del gobierno. Los franceses seguramente aspiraban a una mejor actuación, pero el problema no reside tanto en el pobre desempeño dentro del campo, sino en la para muchos indigna conducta fuera de éste. El desarrollo de los acontecimientos da para una novela.
La cereza de la torta fue colocada al día siguiente, cuando los jugadores llegaron a un entrenamiento público, pero después de haber saludado a los aficionados presentes, resolvieron no entrenar en señal de protesta por la expulsión de Anelka. Una huelga al mejor estilo francés, pues… ¡pero de futbolistas! La decisión produjo un fuerte altercado entre el capitán y el preparador físico, después de lo cual los atletas se montaron en un autobús para regresar a su hotel. El entrenador Domenech leyó un comunicado donde los jugadores establecían su posición y el Vicepresidente de la Federación de Fútbol, escandalizado ante la conducta de los deportistas, informó de su decisión de renunciar. En rueda de prensa posterior el entrenador señaló que respaldaba la expulsión de Anelka, y que leyó el comunicado después de 45 minutos de intentar que los jugadores revisaran su decisión, la cual le parecía una “estupidez sin nombre”.
Lo que encuentro insólito es que el asunto haya cobrado tal importancia, que se hable tanto de lo que a primera vista es simplemente una mala actuación de un equipo de fútbol, que incluso el Presidente de la República haya tenido que declarar al respecto en algún momento. Con todo respeto, creo que otros temas merecen mayor atención; sin embargo, ello habla también de cuán en serio se toman los franceses su imagen ante el mundo. Me parece gracioso que en inglés, la palabra “Blues” también sirva calificar a estados emocionales de melancolía y tristeza, porque son precisamente esas algunas de las consecuencias que creo que la actuación de “Les Blues” ha dejado entre sus compatriotas en este Mundial. Toca ahora un trabajo que me parece enorme, a fin de que la pesadilla acabe y que la gente pueda volver a sentirse orgullosa de su equipo.
Uno de los primeros recuerdos visuales de los que tengo conciencia es la imagen en un televisor en blanco y negro de un juego de fútbol del Mundial de 1970; a partir de allí asocio fútbol con Brasil y con el mítico jugador conocido como “Pelé” y desde entonces guardo muchas memorias de diferentes Mundiales. Me pregunto si en el futuro, cuando evoque el Mundial 2010 recordaré también las desventuras de este equipo azul, que creo que intentó anotar torpemente y fuera de la cancha, los goles que no fue capaz de marcar dentro de ella. No me alegro de su eliminación, pero pienso que el caso puede por lo menos servir para entender que un equipo de alto rendimiento es mucho más que una reunión de buenos jugadores. Continuaré viendo este Mundial y ahora que me entero que el equipo de Japón hiso “sushi” con el equipo de Dinamarca, seguiré esperando nuevas sorpresas. Como dicen por allí: “La pelota es redonda”.
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