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Un liqui-liqui en la galia / problemas de identidad

Publicado el 22 octubre 2009 por El Cuentador

“Yo soy quien soy,
Y no me parezco a nairen”
Extracto de la canción “Yo soy quien soy” interpretada por Pedro Infante. 
El asunto de la identidad es uno que creo que por más que estudie, no llegaré nunca a comprender del todo. Aparece por todos lados y por si fuera poco, con distintos vestidos; tenemos así la inefable “identidad nacional”, como también: “identidad sexual”, “identidad trigonométrica”, “identidad cultural”, por supuesto “crisis de identidad” y la todopoderosa “cédula de identidad”.
 

Detrás de la noción de identidad hay concepciones filosóficas que me han dado más de un dolor de cabeza universitario. Por ejemplo, existe un principio ontológico de identidad que plantea que “una cosa es lo que ella es”, y como suerte de espejo de este principio hay otro que es el de contradicción: “una cosa no puede ser y no ser al mismo tiempo”. A primera vista esto puede parece evidente, pero tiene implicaciones muy importantes en distintos campos, entre ellos el legal.

No he terminado aún de asimilar estas ideas cuando me entero de que aquí en Francia estos principios parecieran quebrarse por doquier y no debido a un ataque colectivo de esquizofrenia; es algo más espeluznante aún: la usurpación de identidad. En resumen, alguien se hace pasar por otra persona y comete en su nombre actos fraudulentos, pero es el usurpado quien corre con las consecuencias, por lo menos hasta que el asunto se aclare. ¿Se imagina? Por ejemplo, un día llega la policía a buscarle porque usted adquirió una serie de bienes suntuosos a crédito y ahora tiene que pagarlos, y resulta que nunca ha comprado nada por el estilo y que lo más lujoso que usted posee es un reloj que le dejó su abuela en herencia, que ni funciona.
 

Según un reciente estudio, cada año más de 210.000 personas en Francia son víctimas de usurpación de identidad (cifra más alta que la de afectados por robo al hogar o la de robo de automóviles), y la frecuencia del fenómeno se incrementa. Noten que dije “fenómeno” y no “delito”, porque el primer inconveniente legal en Francia al respecto es que la usurpación de identidad aún no es considerada como delito en sí; en consecuencia, en la mayoría de los casos es la víctima quien tiene que hacer todo el pesado trámite para demostrar que ella sí es ella, pero que no ha hecho lo que dicen que ha hecho. De ahí a que se le desarrolle algún síndrome de personalidad múltiple, no debe haber mucho trecho.
 

Uno de los casos más famosos es el de un hombre cuya identidad fue usurpada en el 2004 y todavía pena en un laberinto administrativo infernal, porque tiene prohibiciones bancarias y deudas contraídas hasta el 2014, ha perdido sus beneficios de seguridad social, ha sido eliminado de listas electorales y ha descubierto cuentas y obligaciones a su nombre, todo sin que él haya sido el responsable. A esto se le suma la pérdida de su empleo, una investigación por parte del fisco a causa de remuneraciones no declaradas (que él afirma no haber recibido nunca), prohibición de salida del país y conflictos permanentes para cualquier gestión que intente, porque mientras su problema no se resuelva, los expedientes en su contra siguen vigentes.
 

Otro caballero recibió una demanda de parte de una oficina pública para que devolviera dos pasaportes y dos documentos de identidad que él niega haber solicitado; dice que lo que más le aterra es saber que hay alguien por allí que se pasea con un documento de identidad que le corresponde. A una mujer le fue descontada durante varios meses la cifra de 323 euros mensuales de su cuenta bancaria en favor de una sociedad crediticia, por un asunto que le era totalmente desconocido. Otro hombre comenzó a recibir multas y a perder puntos en su licencia de conducir por unas infracciones que no había cometido; cuando fue a tratar de arreglar el entuerto, resulta que pesaba sobre él una averiguación más grave por la compra de un automóvil de un valor de 27000 euros que él jamás había visto. Como se aprecia, las consecuencias del asunto pueden ser serias.
 

Otro problema de identidad, aunque ya no de usurpación, le sucede actualmente a Tatiana de Rosnay, nacida en 1961 en Francia, hija de padre francés nacido en las Islas Mauricio y de madre inglesa que adquirió la nacionalidad francesa por el vínculo de matrimonio en 1959; el abuelo paterno de Tatiana es igualmente francés nacido en las Islas Mauricio y la abuela paterna, rusa nacionalizada francesa por haberse casado con un francés. Los abuelos maternos son ingleses. Agreguemos dos detalles: el padre de Tatiana es Joël de Rosnay, un científico de renombre mundial que ha recibido entre otras, la Legión de Honor, que es la más alta condecoración otorgada por la república francesa, y Tatiana es una novelista y periodista reconocida en el país, casada con un francés y con hijos y dos nietos nacidos también aquí.
 

Pues bien, hace poco Tatiana –cuya nacionalidad, al menos de acuerdo con el documento de identidad que siempre ha tenido, es francesa– acudió a la alcaldía de su residencia para renovar su pasaporte a fin de viajar a los Estados Unidos, en donde actualmente se produce una película basada en una de sus novelas. Pero resulta que a raíz de su requerimiento se le informó que debía solicitar primero un “certificado de nacionalidad”; según alguna nueva legislación, toda persona nacida en Francia, de padres franceses nacidos en el extranjero, debe probar su nacionalidad.
 

A partir de mediados de este año existe una nueva institución encargada de centralizar todos los asuntos relacionados con la nacionalidad francesa, ante la cual Tatiana debe presentarse con una lista insólita y “no limitativa” de documentos a presentar, que remonta a dos generaciones, ya que su nacionalidad, a los ojos de esta institución, es dudosa. Es probable que el asunto de Tatiana se resuelva favorablemente, pero el trámite le llevará por lo menos dos meses, con la consecuencia de que no podrá asistir a la filmación de su novela. Si esto le pasa a alguien con semejantes calificaciones ¿qué quedará para los pobres mortales?
 

Al final de la película “El Protegido” (Unbreakable) se descubre que el personaje Elijah Price ha cometido toda una serie de hechos atroces con el objetivo de saber quién es él, de conocer su identidad auténtica, lo cual sólo alcanza cuando encuentra a su opuesto perfecto, el personaje David Dunn, de quien Elijah es némesis. En un texto memorable (la traducción es mía), Elijah le dice a Dunn: “¿Sabes cuál es la cosa más espantosa? No saber cuál es tu lugar en el mundo. No saber por qué estás aquí.” y más adelante agrega: “Ahora que tú sabes quién eres, yo sé quién soy”.
 

En este caso, la identidad surge por contraposición; una vez que está claro quién es el otro y que puedo establecer que su identidad es diferente de la mía, es que puedo saber quién soy. Para decirlo de otro modo: sé quién soy cuando sé quién no soy, o si se me permite una ligera variante, sé quién soy porque puedo distinguir que hago esto y no lo otro (estoy consciente de que la vaina es medio complicada, ya se los había advertido). El rollo para algunas desafortunadas personas aquí en Francia, es que sabiendo quiénes son, hay quienes lo ponen en tela de juicio, o peor aún, hay otros desgraciados que están haciendo en nombre de esas personas, lo que ellas mismas no habrían hecho nunca.
 

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