“En la música todos los sentimientos vuelven a su estado puroy el mundo no es sino música hecha realidad”.Arthur Schopennauer.
Creo ser largo en mis preferencias musicales; disfruto la buena salsa, el “disco” de mi adolescencia, un venezolano pajarillo, las baladas, una improvisación de jazz y hasta la “música de ascensor”. Pero también me interesan otros géneros no tan multitudinarios; habiendo estudiado órgano en mi mocedad, la música electrónica me capturó desde sus inicios en los 70s, cuando pioneros como Isao Tomita, Tangerine Dream, Walter Carlo o Vangelis desarrollaron propuestas verdaderamente asombrosas para la época.
Ahora, quienquiera que conoció en aquel momento el trabajo de los músicos antes mencionados, dirá que en la lista falta por lo menos un nombre: el del genial francés Jean-Michel Jarre. A él me refiero –ya verán por qué– con el título de esta nota.
Yo descubrí el trabajo de Jean Michel Jarre a través de un disco insólito titulado “Oxygene” grabado en 1976 en el comedor de su casa, que había convertido en estudio. Algunos críticos consideran este álbum como el más importante de música electrónica realizado alguna vez, entre otras razones porque dado su gran éxito de ventas, acercó a muchos al mundo hasta entonces críptico de los sintetizadores y aparatos similares, que muy pocos aceptaban como auténticos instrumentos musicales. De ese álbum se vendieron más de 6 millones de copias y estuvo entre las listas de los 10 más populares en EE.UU. tanto en la categoría de Jazz como en la de Rock. Más de 30 años después, su sonido sigue pareciéndome alucinantemente actual y su creador se mantiene entre mis músicos preferidos.
Le sobra razón a quienes pregonan que uno debe darse el gusto, al menos una vez en la vida, de presenciar en vivo a alguno de sus artistas favoritos. Ya podré decirles que con Jean Michel Jarre les hice caso, pues en Marzo pasado disfruté de una de sus presentaciones en vivo en la arena del conocido palacio deportivo de Bercy-París.
El concierto fue un verdadero regalo, no sólo auditivo sino también visual, pero antes de contarles no quiero dejar pasar una anécdota: asistí con mi esposa y ambos llevábamos una botella de agua mineral cada uno al momento de ingresar; entonces la gente de seguridad nos hizo la extraña indicación de que no podíamos entrar a menos que le quitáramos las tapas a las botellas y las desecháramos. Obedecimos, pero me habría dado algo si no hubiera preguntado la razón; una señorita me explicó que era para evitar que la gente tuviera objetos que pudiera lanzar a otros. Total que entramos con nuestras respectivas botellas llenas de agua, pero sin tapa; pensé luego que si establecieran esa restricción entre el público que asiste a algunos espectáculos deportivos de cierto país que yo conozco, sólo como protesta se incrementaría exponencialmente el número de botellas plásticas lanzadas al aire, con el inconveniente adicional de que como no pueden cerrarse, irían regando su contenido en las cabezas de todos.
El detalle de la tapa prohibida no desmejoró en nada el espectáculo; Jean Michel Jarre nos paseó por lo más granado de su repertorio y el sorprendente juego de luces y colores desarrollado fue para dejar boquiabierto a cualquiera. En uno de los momentos cumbres el tipo comienza a tocar en un arpa láser colocada en medio del escenario; es un instrumento que él popularizó y que consiste en un arpa en la que en lugar de las convencionales cuerdas hay un haz de rayos láser; cuando uno de los rayos es bloqueado, una célula fotoreceptora conectada a un sintetizador detecta el bloqueo y emite una nota musical. Si no entendieron la explicación, no importa; observen el instrumento en la imagen que está a la derecha de este párrafo y sepan que visualmente… ¡es una cosa impresionante!
Detrás del escenario había una gran pantalla que proyectaba gráficas representativas de los distintos álbumes del artista, o imágenes detalladas de lo que ocurría sobre las tablas. En el recinto habríamos al menos unos 8.000 espectadores, pero hay que decir que una de las especialidades del excesivo músico son megaconciertos públicos con los que ha batido varios récords de asistencia. Ya en 1979 estableció un record con la reunión de más de un millón de personas en la Plaza de La Concordia en París y más tarde, en 1981, se convirtió en el primer músico occidental en hacer una serie de megaconciertos en la China post Mao. En Abril de 1986, para festejar el 25 aniversario de la NASA, convocó cerca de 1.3 millones de personas en Houston y logró un nuevo registro Guiness.
Para no perder la faraónica costumbre, en 1990, Jean Michel Jarre congregó más de 2 millones de personas en un concierto en la zona de La Défense, en París. En 1991 quiso hacer un concierto en las ruinas de Teotihuacán el 11 de Julio, día en que ocurriría un eclipse solar. El evento no se llevó a cabo y se dijo entonces que fue por diferencias con autoridades mexicanas y patrocinantes, pero aparentemente existe un documental donde el propio Jean Michel declaró tiempo después que la suspensión se debió al hundimiento de un barco. Éste traía desde Europa un escenario especial en forma de pirámide construido para el espectáculo, así como gran parte del equipo que el músico necesitaba para la ocasión.
En Septiembre de 1996 metió la friolera de… ¡3,5 millones de personas! en un concierto en Moscú para celebrar el 850° aniversario de la ciudad, e imagino que para sacarse algo de la frustración de la suspensión del evento de las pirámides mexicanas, el 31 de Diciembre de 1999 realizó en las pirámides de Egipto un espectáculo… ¡de 12 horas! con el cual recibió el nuevo milenio y que llevó como título “Los 12 Sueños del Sol”. ¡Díganme si el tipo no merece ser calificado de excesivo!
Pero no todos sus excesos son gigantescos; en 1983 hizo la música para una exposición de obras de arte en una galería ambientada a la manera de un supermercado. Las obras exhibidas eran piezas únicas que serían subastadas posteriormente; entonces nuestro protagonista decidió que la música que creó podría ser ofrecida también como pieza única, y prometió ante un notario que eliminaría todas las copias maestras e imprimiría un único vinyl. El resultado fue un álbum llamado “Musique pour Supermarché” del cual existe un solo ejemplar, que se negoció entonces por un monto de 70.000 francos y que se supone es uno de los más caros del mundo.
De los álbumes de Jean Michel Jarre que conozco, mi favorito es “Zoolook”, realizado en 1984, en el cual mezcla sus instrumentos electrónicos con sonidos, palabras y frases provenientes de más de 30 idiomas, transformados por medio de sintetizadores. De su álbum “Rendez-Vous”, escuché una de las piezas hasta el hartazgo en la televisión venezolana durante las promociones del mundial de fútbol de 1986, y otra de ellas, específicamente “Second Rendez-Vous” es una de las melodías más obsesivas que he escuchado. Sin embargo, mientras he escrito esta nota, he utilizado la música de fondo de “Oxygene” y “Equinox”, mucho más apropiada para acompañar la escritura.
En la Caracas de mediados de los 80s, en mi primera época universitaria, me hice amigo de alguien llamado Jesús Enrique Dorta, quien compartía mi gusto por la música electrónica, incluida la de Jean Michel Jarre. En el desarrollo de nuestra amistad dijimos que algún día asistiríamos a uno de sus conciertos; infortunadamente Jesús dejó este mundo antes de lo que hubiéramos querido. Al principio del concierto pensé en el pana; “Oxygene”, sonando en ese instante, ahí, en vivo, diluyó su ausencia.
Gracias por tu música, Jean Michel.
Las fotos que ilustran este artículo fueron tomadas por mí durante el concierto que Jean Michel Jarre dio en el Palais Omnisport de Bercy-Paris, el 25 de Marzo de 2010.
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