Mientras miramos nos trasladamos en nuestra mente a tales lugares. Nos sentimos a la orilla del mar en aquella playa de arena blanca, con un sol cálido que nos cobija, un mar de aguas cristalinas y azuladas. En otras ocasiones somos trasladados a la montaña verde, de vientos frescos y parajes maravillosos, y de repente nos hacen ingresar en una habitación de hotel que nos hace pensar en el descanso, la comodidad, lo placentero y bueno la verdad me faltan las palabras para describir todos los viajes que hacemos al mirar estos programas.
Como nuestra mente viaja a través de todos esos lugares, nos olvidamos de todo lo que nos rodea y en muchos de los casos las tensiones de la vida diaria. Son maestros del vender, todos los involucrados en toda esta publicidad, saben cómo fascinarnos y conocen en cierta forma nuestra necesidad, que hasta el que no tiene ni un centavo hace lo suyo para lograr alcanzar su lugar de sueño.
Me pregunto porque razón cuando asistimos a la iglesia los predicadores no presentamos de esta misma forma el Cielo; porque sucederá que casi no escuchamos hablar del cielo de Dios cuando la misma Biblia señala según palabras del apóstol Pablo que es un lugar maravilloso, ni siquiera él mismo pudo describirlo en palabras humanas, sino que tuvo que expresar que cosas que ojo no vio, ni oído oyó ni han subido a corazón de hombre son las que Dios ha preparado para los que lo aman.
Acaso será está la razón por la que nos aferramos tanto a este mundo y no soñamos con el cielo. Que tema fascinante podríamos desarrollar en un sermón si usando la Palabra de Dios les presentáramos a las personas el lugar más maravilloso que pueda existir, el Cielo de Dios