Un lugar para vivir, piedras del Uruguay, testeos livianos

Publicado el 12 agosto 2016 por Ptolomeo1

En el Museo de Arte Contemporáneo Buenos Aires se ha estrenado la muestra de la artista Ana Gallardo, que recorre los últimos diez años de producción de la polifacética rosarina bajo el título Un lugar para vivir cuando seamos viejos.

Gallardo no ahorra en diversidad: dibujos, pinturas, cuadernos y paredes con reflexiones, videos; todo cabe en su imaginación desbordante y el arte resulta un medio para visibilizar las situaciones de vulnerabilidad y marginación de tantas personas en Latinoamérica. En soledad o como integrante de un proyecto, las expresiones se suceden y registran soledades, fragilidad, olvido, temor: la vejez, la prostitución, las desapariciones, la condición femenina, son algunos ejemplos de la investigación de la artista que luego constituyen una denuncia explícita en su obra.

Para Ana Gallardo la vejez no es un tema menor o una condición ajena, sino la oportunidad de desarrollar aquellos sueños que quedaron truncos por exigencias de la vida laboral. Su lugar para vivir es más que un espacio físico, es un sitio simbólico en el que los mayores transitan una sabiduría plena intensificada por proyectos. Así desfilan maestras de danza japonesa, cantantes de karaoke, bailarines: personas que han encontrado la forma de dinamizar una etapa generalmente asociada a la pasividad y el letargo, todos ellos en comunión con la artista para generar nuevos espacios donde se despliegan diversas formas del arte.

La fotografía tomada por Juan refleja la obra Mujeres de Juarez, que se exhibe actualmente en el marco de la muestra.

Piedras del Uruguay

Fue en el río Achates, situado en Sicilia, el lugar donde se habría encontrado la primera piedra que fue bautizada con el nombre del lecho fluvial. Así las ágatas fueron utilizadas como ornamento desde la antigüedad por diferentes culturas, y el aprecio por estas bellas piedras continúa vigente.

En el norte del departamento uruguayo de Artigas, las minas situadas a orillas de los arroyos Catalán y Tres Cruces o al pie de las sierras de Belén y Cururú son pródigas en ágatas, piedras semipreciosas compuestas de calcio calcedónico.

De rara belleza, se forman a partir de burbujas gaseosas y magma. Presentan bandas prístinas y opacas de la misma tonalidad, dando lugar a extraños colores que impactan por su resplandor y son empleadas en joyería debido al atractivo hipnótico que despliegan.

El abanico de tonos que se puede encontrar varía desde el violeta hasta el verde, desde el rosado hasta el azul noche y aún el negro, pero ninguno supera al otro debido a la exclusividad del diseño nacido en roca hirviente en plena naturaleza. Su origen, desde las entrañas mismas de la tierra, da cuenta del poder para transformar la energía negativa; en caso de tener que lidiar con fuerzas adversas, un ágata puede ser una aliada poderosa para sostener la ansiada armonía.

Testeos livianos

El aceite de flor de naranja amarga o nerolí debe su nombre al poblado italiano homónimo, en el que la duquesa del lugar perfumaba los guantes con este óleo esencial. La costumbre se expandió debido a las propiedades aromáticas así como terapéuticas pese al esfuerzo que conlleva la extracción: para obtener un litro de aceite se precisa nada menos que una tonelada de flores de naranja.

L´Occitane ha sumado a la chispa cítrica del nerolí la suavidad blanca de la orquídea, obteniendo una fragancia persistente y sutil. La crema de manos resulta liviana y humectante, un comodín para hidratar sin residuos grasos ni texturas densas.

Con la compra realizada, el obsequio de muestras de Creme Divine y Extrait Divine fue suficiente para testear la suavidad de los tratamientos basados en la siempreviva de Córcega, una flor de largo aliento que no se marchita: bajo esta premisa, los productos prometen radiancia y tonicidad extremas.