De tanto en tanto, casi cada día, siento un dolor en la parte superior izquierda de la espalda, que me recuerda el inicio de la metamofosis de Nina, el personaje de Natalie Portman en El cisne negro, al que le salen plumas; yo siento como si me saliera un "pico". Es resultado de una postura que debe ser inadecuada, cuando amamanto -amamanto mucho tiempo-. Hace un par de semanas, dijo quien pudo ver, que había un gran hematoma donde siento que me deformo. No sé qué hay ahora mismo, pero ayer estaba cerca de dar mi reino por un masaje.
El masaje es incluso mejor que el chocolate. Una vez fui a la Escuela para ciegos y viví una experiencia increíble con un maestro -literalmente- del masaje. El único contra, aquella vez, fue que el aceite que usó no era realmente adecuado para la piel -me tapó los poros-. ¡Ah, pero qué alivio! Me dejó quedarme dormida para terminar la experiencia cuando estuviera bien para mí. Y es que es triste cuando anuncian que hay que levantarse de donde una está tumbada, tan a gusto. En otra ocasión, en otro lugar, también me dijeron algo como que "me levantara cuando estuviera lista", sin embargo, era evidente que no podía quedarme "todo lo que quisiera". Aquella vez en la Escuela para ciegos, sí que fue memorable... Pero el mejor masaje del mundo me lo dio una niñita de cuatro años: Sofía... debe ser una señorita ahora... Yo daba clases de inglés y computación en su jardín de niños, y me quedaba a hacer de niñera por la tarde. Esa tarde yo estaba sentada en el piso, y ella se me acercó, preguntó si podía hacerme masaje, y sus manitas con sus deditos, hicieron magia de delicia. Supongo que es diferente cuando hay amor, y que algún amor había ahí.
Mi mamá antes me pedía un masaje cada vez que nos veíamos. Espero ofrecerlo yo la próxima vez, y durar mucho tiempo, hasta que esté satisfecha.
Silvia Parque