Lleváis tres años apañándooslas para aparecer durante los últimos días de mayo o los primeros de junio, durante esas tardes templadas que se suelen continuar con noches deliciosas y en las que mi ciudad entera parece ponerse de buen humor.
Las primeras veces que os meto el diente, me quedo con un sabor en la boca duro y ácido, que con el paso del tiempo consigo que se vaya dulcificando. Y cuando llega el periodo de madurez, apenas tres o cuatro semanas después de haber empezado, desaparecéis, sin que nadie me pueda decir por qué ocurrió y dejándome siempre con ganas de más.
Para el que no sepa de lo que estoy hablando, le tengo que decir que me refiero a los albaricoques.