Revista Diario

Un mundo feliz, Aldous Huxley

Publicado el 24 agosto 2016 por Jordi_diez @iamxa

Un mundo feliz, Aldous HuxleyEn todas las listas que se publican sobre los libros que se han de leer antes de morir figura uno que se repite en la mayoría de ellas, y que no es otro que este: Un mundo feliz, de Aldous Huxley. La continua insistencia y referencia a esta historia fueron, he de reconocerlo, el catalizador para que buscara la novela y la leyera.
La historia, a la que debemos situar en el contexto del momento de su publicación allá por los años 30 del siglo pasado, no me ha motivado demasiado. Sé que es un sacrilegio poner negro sobre blanco semejante afirmación, pero a mi modo de ver la novela no ha aguantado el ritmo del paso del tiempo, o quizá eran tantas las expectativas que no he sabido colmarme con ella.
El señor Huxley nos plantea un escenario futurista, repito, partiendo del año 1932, en el que la sociedad ha prescindido de cualquier tipo de relación familiar, no existen madres, ni padres, ni hermanos, ni tíos, nada de ello. Todo ha sido sustituido por una gran maquinaria de concepción en serie que produce individuos ya programados durante su gestación. Miles, cientos de miles de personas iguales que reciben la misma formación en los tubos de ensayo en los que son concebidos. Personas que se preparan durante su gestación para los trabajos que deberán realizar en sus vidas adultas. Tipos a los que hacen más o menos fuertes, más o menos inteligentes, más o menos serviciales según vayan a ser sus desempeños futuros creando una sociedad feliz de individuos acoplados al sistema, personajes que viven sus vidas en pos de un bien mayor, y que no es otro que mantener el orden del mundo en el que han sido concebidos.
Por supuesto, como historia y como base de discusión filosófica es magnífica, pero tanto en su parte de ciencia ficción (con la trampa de leerla casi cien años después), como el estilo y ritmo literario, la verdad es que no me han cautivado casi en ningún momento de la novela. Es muy posible que la culpa de esto sea de un servidor, o quizá del cansancio en el momento de acercarme a esta novela, pero más allá de cuando uno de los personajes díscolos mantiene una conversación interesante con uno de los creadores y supervisores del sistema, el Interventor, sobre ciertos temas trascendentes, el resto de la novela me supuso una cuesta arriba bastante aburrida.
La historia se cuenta a partir de un grupo de amigos Alfa, o lo que es lo mismo, un grupo de amigos de entre la mejor calidad de humanos producidos en las fábricas de cultivo. En ese grupo destaca un elemento perturbador, Bernard Marx, que no acaba de encontrar placentera su vida a pesar de las muchas distracciones que le ofrece ese mundo feliz. Bernard, un joven Alfa con ciertas fallas de creación, no goza con la misma intensidad de la música sensorial, de los perfumes, del sensorama, del soma (una droga magnífica que todo lo soluciona), del sexo con otras jóvenes Alfa, ni se siente parte de un engranaje superior como el resto de miembros de la sociedad. En su pequeña búsqueda de identidad se enamora de una chica también Alfa, Lenina, a la que intenta conquistar y hacerle eco de sus preocupaciones. Sin embargo, ante el poco interés de Lenina en algo más que no sea sexo y diversión, obligadas por otra parte en ese mundo feliz, Bernard decide aprovechar su estatus Alfa para visitar a una reserva de salvajes en la que los niños todavía nacen por el método de la copulación y tienen, como salvajes que son, padres y madres.
En la reserva, Bernard conoce a un niño salvaje hijo de una mujer Alfa, algo totalmente extravagante e indigno porque se supone que los humanos civilizados no deben concebir bajo ningún concepto, pues el hecho de tener padre y madre se considera escatológico y de extremo mal gusto. Hago un pequeño paréntesis en la reseña. Las circunstancias en que esa mujer Alfa vive con los salvajes, ha concebido un hijo allí y Bernard se entera de ello me ha parecido, con mucho, una de las cosas peor resueltas, a nivel de trama, de la novela, pero bueno..., cierro paréntesis. Decía que Bernard, tras charlar y conocer al Salvaje, decide llevarlo a vivir a la sociedad avanzada con el fin de que lo estudien. Algo así como lo que ocurre en la película El planeta de los Simios al comandante George Taylor (Charlton Heston) con los simios Zira y Cornelius, y que muy bien podría haberse extraído de esta novela.
El Salvaje, que no conoce a su padre pero alberga sentimientos por su madre, quien lo ha criado aún con el rechazo que le producía a ella misma ser madre, hace lo posible por regresarla a la sociedad de la que se perdió y tanto añora, además de aprovechar para conocer esa fabulosa felicidad que le ha planteado su madre desde su nacimiento. Sin embargo, y apenas a las pocas semanas de vivir entre humanos fabricados, el niño concebido pone en duda todos los planteamientos de esa sociedad convirtiéndose en la única voz cuerda de toda la novela, algo que por otra parte ya se veía venir desde apareció en escena con un libro bajo el brazo.
Por supuesto la novela, más allá de una historia mejor o peor tramada, es una crítica a la sociedad perfecta, un intento por demostrar que la perfección es imposible de conseguir. Es cierto que en ese mundo feliz se han erradicado las guerras, las enfermedades, la pobreza, la miseria, los celos, la envidia, porque cada uno es concebido para realizar lo que debe realizar y la falta de aspiraciones personales evita todas estas desgracias, pero también lo es que se han arrancado de cuajo los sentimientos y han sido sustituidos por la programación sistemática de los individuos, por la tecnología de sensaciones y por el uso de una droga mágica, el soma, cuando todo esto falla. Un mundo que en boca del Interventor se define así:
-Actualmente el mundo es estable. La gente es feliz; tiene lo que desea y nunca desea lo que no puede obtener. Está a gusto, a salvo; nunca está enferma; no teme la muerte; ignora la pasión y la vejez; no hay padres ni madres que estorben; no hay esposas ni hijos ni amores excesivamente fuertes. Nuestros hombres están condicionados de modo que apenas pueden obrar de otro modo que como deben obrar. Y si algo marcha mal, siempre queda el soma
Unas palabras que se reproducen en el diálogo que mantiene este Interventor con el Salvaje, el cual ha tenido acceso a las obras de Shakespeare, uno de los pocos libros que existen en el mundo, y argumenta contra la vida de esa sociedad feliz:
-Sin embargo –insistió obstinadamente el Salvaje-, Otelo es bueno, Otelo es mejor que esos filmes del sensorama.
-Claro que sí –convino el Interventor-. Pero éste es el precio que debemos pagar por la estabilidad. Hay que elegir entre la felicidad y lo que la gente llamaba arte puro. Nosotros hemos sacrificado el arte puro. Y en su lugar hemos puesto el sensorama y el órgano de perfumes.
-A mí todo esto me parece horrendo.
-Claro que lo es. La felicidad real siempre aparece escuálida por comparación con las compensaciones que ofrece la desdicha. Y, naturalmente, la estabilidad no es, ni con mucho, tan espectacular como la inestabilidad. Y estar satisfecho de todo no posee el hechizo de una buena lucha contra la desventura, ni el pintoresquismo del combate contra la tentación o contra una pasión fatal o una duda. La felicidad nunca tiene grandeza.
Como decía al principio de la reseña, para mí esta es la mejor parte de la novela, la constatación de que la felicidad es imposible en la perfección…, y quizá, releyendo mis propias palabras, me doy cuenta de que acabo de comprender porque soy tan absoluta y absurdamente feliz.
Un mundo feliz, Aldous HuxleyResumen del libro (editorial)
"Un Mundo Feliz" presenta un hipotético escenario futuro en el que todo vestigio del pasado ha sido erradicado con la finalidad de sellar una nueva era de la humanidad totalmente desprovista de contenido y sentido histórico. El denominado Estado Mundial ha destruido la historia y el pasado porque su obsesión es solo el presente. El año en el que se desarrolla la acción de la novela es el 632 después de Ford. La nueva era comienza tras la fabricación del primer Ford T en 1908, fecha de partida de esta futura civilización. Por consiguiente, el año 632 después de Ford equivaldría al 2540 de nuestra era, aproximadamente. Los ciudadanos de este nuevo mundo desconocen por completo los valores morales, culturales y espirituales, porque han sido condicionados para imitar y seguir un despiadado canon capitalista que delata una adulterada, profética y perturbadora idea del bienestar.

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