Un país de pardillos

Publicado el 12 septiembre 2013 por Jesus Andría González @creaactividad
Allá por el siglo XIII, cuando corrían 'nuevos aires' en Europa que intentaba dejar atrás la tumultuosa etapa de la Antigüa Edad Media, comenzaron a proliferar las Universidades por todo el continente, fundándose las primeras en el Reino de España (La Universidad de Palencia en 1212 y la de Salamanca en 1218), y fue entonces cuando en nuestro país empezó a acuñarse el término "pardillo", derivado directamente de cómo vestían los antiguos estudiantes pobres, de familias aldeanas, claramente segregados en las aulas universitarias. A éstos se les apodó así por el color de sus trajes de tela negra, de baja calidad, que desgastados por el uso perdían su tono original para volverse cada vez más grises o pardos. Según los historiadores el término "pardillo" tiene un estrecho vínculo con la Tuna universitaria, en la que se asentó el término, ya que estos alumnos pobres y de trajes desgastados para formar parte de la misma debían de profesar un gran respeto a sus mentores o Tunos a los tenían que rendir pleitesía, humildad y el aprendizaje del gran listado de valores de la Tuna.
El pasado fin de semana, mientras fui testigo televisivo del esperpento olímpico de la candidatura de Madrid 2020, me vino a la cabeza el paralelismo que guardaban aquellas escenas que veía por la pequeña pantalla, culminadas con las caras de decepción de las personalidades y políticos que encabezaban la delegación española, y la figura de los pardillos de una Tuna (con todos mis respetos para estos últimos, dígase de paso).  No penséis que esta impresión se debía a que yo formaba parte de ese 9% de españoles que no deseaban que España terminase de arrojarse al vacío económico organizando unos juegos olímpicos dentro de 7 años. Tampoco porque conociera por la prensa que la 'broma olímpica' se había llevado por delante ya más de cien millones de euros de todos/as nosotros/as para costear los gastos de publicidad, lobby (ahora se llama así a la pleitesía), gestión y preparación de las tres candidaturas fallidas de Madrid como ciudad olímpica. Ni siquiera porque había leído que de los 1.600 millones de euros de inversión en infraestructuras necesarios para ponerle a Madrid los cinco anillos los máximos beneficiados serían los accionistas y propietarios de ACS y FCC, como en los tiempos del ladrillazo. Sino porque sólo unas pocas horas antes, el mismo sujeto con cargo de Ministro que ocupaba una de las sillas en la rueda de prensa del sábado en Buenos Aires y que estaba mostrando al mundo las bondades de un proyecto olímpico multimillonario, había defendido en el Congreso de los Diputados sus medidas para ahorrar 200 millones de euros en becas universitarias, que a buen seguro dejarán a muchos estudiantes de familias con menos recursos, esos que ahora podrían compararse con los aldeanos del siglo XIII, a merced de algún apadrinamiento o mecenazgo para poder continuar con sus estudios.  Era lógico pensar que tal contradicción no pasase desapercibida para la 'Tuna' que conforman los 95 delegados del Comité Olímpico Internacional, aquellos a los que hay que bailarles la música que toquen y a los que hay que rendirles pleitesía, humildad y aprendizaje a los valores que predican, enmarcados en el llamado espíritu olímpico. ¿Cómo un país como el nuestro, con generaciones enteras sin otro destino que ver cómo sus vestimentas se desgastan más y más por los sucesivos recortes, no iban a ser segregados en la clase por los Tunos que más mandan?. ¿Es que acaso a esos Tunos se les iba a olvidar tan fácilmente que sólo unas horas antes el mismo ministro había condenado al 'pardillaje' a centenares de universitarios para recortar el presupuesto de sus becas de estudio en algo más de lo que ya se había gastado España en las presentaciones olímpicas?, ¿o es que los pardillos pensaron que aún siendo aldeanos, austeros y humildes podían convencer con triquiñuelas a los Tunos más poderosos?. Definitivamente, si en este país merece más la pena gastar 100 millones de euros en lobbies y parafernalias olímpicas que invertir, por ejemplo,  en que los niños y las niñas almuercen debídamente en los comedores escolares sin necesidad de llevar tupperwares de sus casas o que los estudiantes universitarios puedan continuar con sus estudios, no nos debe extrañar que el mundo entero nos vea como un país de pardillos a los que ningunear cuando les plazca.  

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