La cuestión reside en el ahora. Lex lo sabía bien. Ella era la que nunca había creído en los cuentos de hadas, siempre decía: "¿qué te crees, que la vida es Bambi?". Lex era esa muchacha algo bruta y brutalmente sincera a la que le reventaban los "felices para siempre", y la que no creía que existiera un "por siempre jamás". Lex era de esas de "aquí y ahora". No de felicidad eterna, sino de la magia de cada momento. Y no cambió ni siquiera cuando se enamoró de ese tipo, ¿cómo se llamaba? Bueno, da igual. Enamorada y todo seguía creyendo más en un presente que en un futuro feliz. Seguía ansiando un momento para toda la vida, y por muy paradójico que pareciera, ella lo tenía claro. Un ahora, ahora, ahora, un ahora que siga siendo un ahora. ¡Un montón, una tonelada de ahora! Hasta que fue vieja y peinó canas.
Sí, ya sé. Se pasó la vida haciendo trampas, porque siempre tuvo su ahora, y en cierto modo, también tuvo su para siempre.
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¡Qué ganas tengo de empezar! :)