Hace poco, un colectivo que quiere dar a conocer un poco de mi trabajo, me pidió que escribiera un perfil en alrededor de 500 palabras. Es un número extraño porque parece mucho, también parece poco y, cuando me senté a cumplir con la tarea, me di cuenta que era ambos. Recorrerse en el arte es el diario vivir pero describirse es, diríamos, un fenomenal momentáneo sufrir. Separar en pedazos lo que un continuo existe, es una ilusión. Pero el requisito tenía que ser cumplido y así pues, acá lo dejo consignado:
Soy Felipe Mejia-Medina y soy Mista Vilteka.
Como Mista soy fotógrafo y escritor. Empezaré por lo segundo que fue lo primero: las letras. Escribo desde que recuerdo. Mi primer texto fue una carta a la Nada cuando tenía, creo, 8 años. Estaba en tercero de primaria. Desde entonces no he parado de escribir. He pasado por la crónica, el cuento, el ensayo y la poesía. Todos los géneros me gustan pero, si estuviera obligado a elegir, como si fuesen campos realmente separados y discretos, iría por lo último, por la poesía, y luego lo primero, la crónica. Escribo desde la tristeza, desde la angustia o, quizás sea mejor decir, desde la claridad diáfana de la profunda soledad del vivir.
La mayor parte de mi producción está en un blog que empecé por allá en el 2008, justo cuando Mista Vilteka había tenido su nacimiento formal, y que a hoy cuenta con más de 900 entradas. Además, en casa reposan cuadernos y decenas de hojas separadas de cuentos y poesías que por muchos años no he vuelto a ver. Pero sé que ahí están. O así me gusta creerlo.
De adolescente experimenté con el teatro, con la música, con el dibujo y con el diseño; de joven con el canto y con las danzas. Todo se fue. Luego vino la adultez y entonces lo definitivo: la fotografía.
En los alrededores de los treinta, más-más que menos, me hice fotógrafo para mis adentros. Empecé, según mis memorias nostálgicas, por allá en el 2012, por ensayo y error. Desconociendo el hacer pero definitivamente descubriendo el placer. Todo condensó como una actividad real a principios del 2016; y fue entre el 2017 y 2018, en búsqueda de la formalidad y del tecnicismo, que hice mis estudios en fotografía.Y ahí me hice fotógrafo también para mis afueras.
Tomo fotos desde la felicidad. O, al menos, desde lo que a ratos se siente como un estado de comodidad con la existencia en el ahora. La tristeza, por supuesto, es más clara y contundente. Mis fotografías son un relato de los espacios y un relato de las personas. A veces juntos, también separados.
¿Qué exploro ahora? Sigo con las imágenes, sólo que en esta ocasión no son fijas: se mueven, hablan y suenan.
Como Felipe, que fue lo primero que escribí pero que no describí, soy investigador en salud global. Soy ingeniero y voy a medio camino de ser bioeticista. ¿Graduarse es ya ser o ya se es sin graduarse?
Mi cédula dice que soy Felipe, y a él no lo niego, pero me siento sobre todo lo otro: el otro. Alimento a Mista con Felipe y, ciertamente, Felipe es el reflejo de Mista: un objeto no finalizado de construcciones y especulaciones. Al final y al principio, mi yo, mi mí, en este yo que soy yo, reposa y excede lo primero que es lo último y lo último que es lo primero, en un ciclo de ser y devenir y mutar y fluir. No soy yo quien ha elegido: el hacer me elige y yo me dejo elegir. Como Felipe que eligió a Mista y fue Mista, el segundo, quien al primero, a Felipe, creó.