Es muy raro porque estoy hablando de encuentros casuales en un radio de más de 10 kilómetros cuadrados y me lo habré cruzado mínimanente más de 15 veces. De lo único que tengo certeza es que este perro comenzó a aparecer desde que me he mudado al nuevo barrio donde vivo hace menos de un mes, porque antes nunca me lo había cruzado en mi vida.
En una ocasión -luego de un par de coincidencias previas- al verlo seguirme, me detuve. Segundos después, el perro hizo lo mismo y se arrecostó en el césped de una vereda de una casa. Intenté acercármele para regalarle unas caricias y hacerme amigo y él, muy pícaro, se levantó y se alejó unos metros más. Volví a la carga y, otra vez, increíblemente se levantó y se alejó de mí. Así estuvimos media hora hasta que me colmó la paciencia y la dejé pasar...
Lo increíble de encontrármelo muy frecuentemente no es que el perro camine tanta distancia -seguramente recorre más distancia aún, y mucha más que yo-; lo llamativo es la coincidencia que hace que nos crucemos a menudo y yo intente acercármele hablándole y silbándole bajito sin fortuna mientras él me ladre y se aleje, como enojándose de que me haya dado cuenta que ya lo tengo registrado. Nunca me había ocurrido este tipo de rechazo canino y debo confesar que me jode, y mucho.
Luego de aquel primer -y único- intento de acercamiento sucedieron un par de encuentros más: en la estación donde esperaba un ómnibus, a la salida de un bar, en el muelle, cuando salía del supermercado y hasta en un evento multitudinario con miles de personas donde también él "dijo" presente. Siempre ocurría lo mismo: lo veía, intentaba acercarme y se fugaba.
Más intrigante aún, en otras ocasiones -estando yo acompañado por otros compañeros-, al verlo aparecer lo he señalado y les hablo de "el perro que se aparece por toda la ciudad" y, para mi sorpresa, todos me responden lo mismo... "Yo es la primera vez que lo veo".
Hace una semana fue uno de esos días que caminaba por las calles cuando me lo crucé otra vez. Por un momento me dieron ganas de volver a intentar acercármele otra vez, pero sabía que en cuanto me detuviera el perro me haría el juego de siempre.
Hacía mucho calor. Tenía unas galletitas y agua. El sol estaba fuertísimo. Me dio pena y detuve mi marcha para que cuando pasara yo le pudiera dar un poco de líquido aunque sea; pero tal como intuí aminoró su marcha hasta quedarse quieto y echarse en el piso y cuando intenté acercarme retrocedió.
Me levanté enojado y seguí caminando. El perro se levantó también y me siguió dos cuadras como a 30 metros de distancia...
Más adelante, unos 10 minutos después, me detuve en un espacio verde, y me quedé allí como escondido detrás de un árbol, esperándolo. Cuando voy a sacar de la mochila la botella de agua me doy cuenta que también tenía la cámara fotográfica así que no quise perder la oportunidad de retratarlo. Si no me dejaba verlo de cerca al menos le iba a sacar una foto. Para esto, en el camino, antes de finalmente sentarme a descansar, le dejé unas galletitas cada dos o tres metros, separadas; la última de ella en la puerta del garage de una casa, bien en frente mío, a un -increíble- metro y medio de distancia.
Me quedé tieso detrás de un árbol calculando los segundos que el perro tardaría en comer las galletitas -si es que las comía- y luego de unos inaguantables 5 minutos, estaba ya por darme por vencido y salir de allí, cuando de repente veo que asoma el hocico y sus patas y, como un imán, la última galletita enfrente mío, lo atrae hacia ella y ahí sí lo acribillé a fotografías sonriéndome a viva voz y gritándole:
-Te atrapéeeeee, sonreí ahora, que te atrapéeee!!!
No sólo que no recibió de buena gana mis fotos, sino que me aturdió con sus ladridos y de las casi 10 fotos que le saqué sólo un par se ven en buenas condiciones.
Sea como fuere, luego de las fotos yo me fui contento y dejé al perro solo y ladrando hasta que en la distancia se apagaron sus ladridos.
Ha pasado ya más de una semana de aquel acontecimiento y ya no volví a ver nunca más al perro y todavía me pregunto qué será de él. Antes me lo cruzaba en lugares increíbles cada dos días y ahora no lo encuentro más. Todavía no le hallo explicación a esta situación y por un lado me siento triste y preocupado, pensando seriamente que si lo vuelvo a encontrar seguramente lo adopte, porque ese perro tiene algo conmigo que yo necesito descifrar.
Pensándolo bien...
...No seré yo mismo reencarnado en otra vida en un perro?