OMAR KHAYYAM IRRUMPE EN LA CERVECERÍA DE UNA GRAN SUPERFICIE COMERCIAL
Despejadme el camino hasta la barra
porque he agotado todos mis senderos
y este es el único que quiero repetir.
Alcemos nuestra copa, amigos míos.
Porque he venido a emborracharme.
Dadme amigos, mujeres y rostros para amar,
corifeos que rían mis historias
hasta el amanecer
-y haré el amor entonces tan sólo con el sueño.
Porque hoy tan solo quiero emborracharme,
he venido a beberme los depósitos
del mundo, todos los océanos
si es necesario.
Puedes tratar de entretenerme,
no prometo premiarte si lo logras.
Porque no puedo darte nada, más allá
de arrastrarte conmigo debajo de esta lluvia
que desde hace milenios da el olvido a los hombres.
Ahora voy a ungirte con mis besos,
mis besos de ginebra.
Oh, sí, confía en mí.
Alcemos nuestra copa.
Porque la realidad es árida
y no hay quien se la trague, ¿qué esperamos
para beber, amigos míos?
Se pudren los océanos como se pudren nuestros cuerpos.
El hielo de los polos se funde lentamente,
el agua anega la materia, nuestra amada materia.
Porque somos materia, materia susceptible
de quedar inundada para siempre.
Dadme alcohol y probad también vosotros,
acompañadme en la inmersión
del alcohol que yo soy
ardiendo en los depósitos del mundo,
en las heridas y en los muertos
en los cadáveres del pleistoceno,
borrachos todavía,
borrachos de putrefacción.
Acompáñame, amigo, ven aquí
y ponme ya otra copa.
La vida no es cosa de risa y yo me río,
me río y no me río.
Me río de mis ganas de reír,
me río de lo poco que me invita a reír,
me río porque todo, en realidad,
aquí, en la realidad, me invita a hacerlo.
He venido a beber la copa de la Tierra,
a emborracharme con desiertos
de los que nadie sabe el nombre todavía,
desiertos de extensiones concebibles
tan sólo en los reinos del sueño
y de la borrachera.
Nosotros somos el desierto,
nos morimos de sed.
La copa de la Tierra
siempre se alzó para nosotros.
Mi sangre es ya extensión del sueño.
Vino, vino con él, vino que fluye en todas partes
cuando nuestros sentidos al fin están abiertos
a lo abierto,
donde el sueño llega fluyendo con su doble faz
de sueño y de olvido, de borrachera,
el sueño del que bebe de su propia borrachera.
No beberé los sueños,
lo hice en el pasado, en tal medida
que ya no me emborrachan.
No son extraordinarios para mí.
Vivo instalado en ellos
porque los sueños son mi casa,
y ahora busco algo diferente,
tan solo emborracharme
hasta perder esta conciencia con que sueño a diario,
de que todo lo que sucede en mí es ilusión.
Quiero perder este sentido que me asiste y que me da
toda medida y toda precaución, toda cordura.
Quiero beber, beber. Beber tan solo.
Quiero beber hasta caer al suelo.
Quiero caer redondo y descansar.
He venido a beberme la tierra y los océanos.
Quiero beberme todo el tiempo que me queda,
Todo lo que me quede por vivir
yo sólo pido que me quepa en una copa.
Ponme una copa ahora y luego otra.
Cualquier borracho sabe que la mejor copa del día
es la que espera tras la copa por venir,
que el tiempo es algo líquido
que adquiere forma justo cuando pasa por la boca,
en la garganta
justo cuando desaparece y deja hueco
a esta sagrada sucesión.
Pues venga siempre más, que no se pare,
que venga hasta nosotros.
el río que nos lleva, el río que ya somos.
Chico, ¿es que no me escuchas?
He venido a beberme
el mar y todos los océanos.
Ponme una copa.
Ahora.
[Poema leído anoche en Cartagena, en el recital colectivo
"Con-clave de rock". Como este otro poema, pertenece
a una ampliación en proceso de mi plaquette
Nuevos dioses, publicada en 2001].