Tengo en mente modificar a fondo muchas de las cosas que ahora hago en éste mi, vuestro blog. Quiero empezar por parametrar mis necesidades con el mismo y por supuesto, de darlo todo para rentabilizar un espacio que pretende no ya ser un medio de opinión político o social, que para ello quiero revertir en otras webs al efecto. Tengo en mente dar un golpe de timón a CSPeinado y convertirlo en lo que inicialmente iba a ser, un método para consolidarse en la idea de la Hispanidad de los modos en que mejor puedo hacerlo, con mis diseños, mi heráldica, la Historia, mis fotografías y por su puesto, por mi forma de relatar. Tengo en mente, por último, cejar en mi empeño de atosigaros con ínutiles lamentos sobre la actual situación en nuestra querida pero maltratada España, y comenzar a avanzar en una senda en que la españolidad pase a un segundo plano en favor de la Hispanidad, de la que forma parte importante pero en la que su papel no se está jugando, ni de lejos con la categoría que precisa.
España, tierra querida.
A lo largo del tiempo que CSPeinado ha ido llenando páginas de actualidad política, cultural, social y por supuesto en los apartados antes reseñados, he ido aprendiendo que para que un blog funcione, a parte de sus contenidos, precisa del concurso ineludible de su gente, de sus seguidores, de sus afiliados. Es pues que en su día adquiri la condición de twittero que tan buenos resultados me está dando, si bien veo que la polarización a la que me somete en la rama de opinión política me hace desvariar en algunas cosas. CSPeinado está llegando a mucha gente gracías a esa red social, pero quizás de una manera sesgada en función de aquello para lo que desde una primera hora quise diseñar éste espacio. Es cierto que España se ha convertido en una fuente vital para el desarrollo de mi bitácora y la adquisición de simpatizantes a través de Twitter, pero la misma España sólo es la parte Europea de una España superior, eterna y profundamente enfrentada a una macroescala de lo que sucede en la misma casa. Es por tanto un motivo de trabajo que me propongo abrír vías que contribuyan a neutralizar esa situación.
No hace demasiado tiempo comprendí que, tras los hechos acaecidos en Argentina y Bolivia, tras las irreverencias de los territorios periféricos penínsulares, nuestro lugar en el mundo se tambaleaba justamente por treinta y cuatro años en los que lejos de aproximarnos a nuestro terreno de influencia lógica, nos hemos dedicado a lamerle las bowlings a unos señores con los que hemos ido de guerra en guerra desde que los romanos decidieran hacer la maleta e irse a hacer puñetas. Del mismo modo que nos hemos arrojado en mano de la expoliadora Europa, permitimos que unos señores, franceses, por mas señas, traidores y ajenos a lo español por definición y Borbón de apellido, decidieran que nuestro Imperio era finiquitable por una centralización brutal que acababa con los sagrados pilares de nuestro Estado, una serie de Reinos, independientes, con sus propias tradiciones, leyes e instituciones pero plenamente leales a Castilla y al pabellón que supone un Paño blanco de Pureza con una cruz de San Andrés arbórea y teñida de sangre.
España, de mis amores.
No deseo elevarme cómo el adalid de una causa perdida de antemano. La comunidad hispánica adolece de una ruptura tragicómica basada en una serie de mitos que, al no haber sido corregidos en su momento han pasado de meras ilusiones y mentiras a verdades incuestionables que, en éste instante, ponen a la Nación Española en el filo de una navaja que está a un instante de sesgar una historia de siglos. Lo mismo que el nacionalismo patrio supone una mentira por cuanto nunca existió una Cataluña independiente, ni una Euskalherría, el mito de los libertadores no es menos falso por cuanto Bolívar no deseaba libertar América, sino apropiársela para el y los criollos ricos, de suerte que incluso los indígenas militaron en las tropas realistas mientras los masónicos independentistas echaban mano de los recursos y armas británicas con la promesa de poner el continente bajo el protectorado de la Union Jack. Mentiras y Necedades que nos pusieron a los españoles de responsables de situaciones que nunca provocamos.
La Hispanidad y en ella la españolidad, la mexicalidad, la argentinidad o la filipinidad son un conjunto de realidades que en su día compartieron idioma, bandera y rey. El Ejército era un elemento testimonial en muchos casos y tenía más fuerza la palabra de los predicadores que las armas, en muchos casos exiguas y mal equipadas de las tropas de los reinos de Ultramar. Y digo bien, Reinos de Ultramar, lo que hizo que todo un Imperio se moviera cómo un engranaje plenamente engrasado hasta que los genios de Gabacholandia y descendientes del tirano Luis XIV decidieron que España tenía que tener sus colonias y que no podía ser lo mismo un ciudadano de Ciudad de Mexico que uno de Madrid, con lo cual logramos que, muy apegado al espíritu cainita hispánico en lugar de conseguir unir por una centralización lográramos el efecto contrario, dar rienda suelta a que Dios repartiera suerte y cada uno tomara la que pudiera ya fuera por cuenta propia o con ayuda de la Pérfida Albión, una de las tres complices necesarias de nuestra Letal Leyenda Negra.
Quien estuviera en España...
En cualquiera de sus partes, de sus reinos, de sus protectorados. España no debe de tomarse cómo la entidad en la que residimos los que, con horror, comprobamos que sólo sómos la frontera sur de una Europa que pretende que detengamos el avance del Islám cuando ya está plenamente contagiada de él. España es una macroentidad constituida por todos los paises y territorios que, en su día, pudieron llamarse españoles y vieron ondear su enseña nacional. España no puede considerarse sólo el deshecho de un enorme Imperio cultural, social y de protección de tradiciones que han llegado hasta ahora. No puede considerarse el deshecho del mundo occidental sólo por el insulto de cuatro monicacos populistas ascendidos a la categoría de jefes de Estado fallidos que insultan a aquellos que les dieron una lengua y una posición en el mundo. España es todo aquello que fuimos, sómos y seremos en cualquier parte del Globo donde se hable español, se estime nuestra nación o se considere que estamos ahí y aún tenemos mucho que decir.
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