Un relámpago de aluminio
Publicado el 20 mayo 2010 por Saludyotrascosasdecomer
Los molinos de viento se detuvieron hace seis días. La tormenta desmembró uno de ellos, dijo Leo. El vendaval arrancó de cuajo una de las tres palas y voló doscientos metros montaña abajo hasta clavarse de punta en el prado de mis padres. El viejo dice que, mientras desayunaba de pie frente a la ventana de la cocina, vio aparecer la silueta tras la niebla que el día iba deshaciendo y no supo qué era hasta que no salió a tocarlo con las manos. Un relámpago de la tormenta convertido en un brazo de aluminio, le contó a mi madre. Mi padre, ya ves, reía Leo sentado en el asiento de al lado, que a veces le gusta dárselas de poeta. La pala nueva viaja en un convoy largo y lento que tardará en llegar varios días desde el puerto. Las tierras de los molinos fueron de la familia de Damián durante generaciones. Siempre decía que allí quería construir la casa en la que habría de morir. Como otros cavan tumbas yo quiero levantar mi casa, repetía. Tú conducías hacia su casa, pensando en los molinos de viento, en la tormenta, en el padre de Leo, pastor y poeta, y en Damián. Avisaron a primera hora. Se ahogaba. Ya ves, continuó Leo, qué vida más puta. Ahora que ya el corazón no le responde y, a ratos, habla en sueños y llora y ríe y se mea y se caga como un crío, no sabe que sus hijos vendieron las tierras. El lugar donde Damián quería levantar su casa es ahora un parque eólico.