Cuantas veces escuche tu voz, preocupado porque tu madre no contestaba al teléfono. Te tranquilizaba, te decía que investigaría que pasaba, y el resultado siempre eran los mismo: Esta hospitalizada porque ha tenido una caída o no te preocupes que el teléfono no le funciona.
A lo largo de todo este tiempo, pude conocerte personalmente, aunque tenia mucho más contacto con el teléfono, llegué a verte como dos personas muy diferentes, unas veces tu voz era fuerte, la de un hombre muy alterado y fuera de control, y otras, como en este último mes, tu voz casi no salía de tu garganta, se te veía muy desanimado.
Estos últimos días, fueron muy preocupantes para tu madre, estaba acostumbrada a que la llamaras dos o tres veces al día, y de repente un lunes dejaste de hacerlo.
La incertidumbre nos apoderó a todos, no solo a tu madre, sino a más personas que estábamos pendiente de ella.
- No te preocupes, veras como no pasa nada.
A los dos días;
- Voy a llamar a los hospitales de la ciudad donde vive, a ver si está ingresado.
No había noticias, toda una larga semana de sufrimiento de una madre de 80 años, que tiene el presentimiento de que algo malo ha pasado.
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Esa intuición maternal era cierta, y un día llaman a una de las personas que cuidan a tu madre, y le dicen tu fatal desenlace, dejaste una carta y el numero de teléfono de ella para que la llamaran.
Entiendo que eras una persona enferma, entiendo que, seguro que estabas en una profunda depresión, probablemente, era la única salida que encontraste, pero… que pena no tener a tu lado a alguien que te ayudara a seguir adelante.
Tu madre ya está muerta en vida, no le queda aliciente por el que vivir, no le queda ningún hijo, y me preocupa como podremos ayudarla para superar esta tragedia.
Gabriel, fuiste un buen hijo. Baruj Dayan Haemet