Un trato

Publicado el 14 noviembre 2013 por Anabel

Hacemos tratos con nosotros mismos para sobrellevar el día a día, pactos, convenios, contratos... pequeñas tretas para sobrellevar la rutina y la frustración. Para encarar una semana que se parece como una gota de agua a la anterior, y a la próxima, y a otra que vendrá. Para sobrellevar las idas y venidas al colegio, al trabajo, la compra semanal, los embotellamientos en la circulación... nadie sueña con una vida en la que pase buena parte de su tiempo poniendo lavadoras, tendiendo ropa o haciendo de comer.
Es tedioso y aburrido, pero alguien tiene que hacerlo y mientras seas adulto tienes un noventa por ciento de posibilidades de ser tú quien afronte esas actividades.
Algo debemos de hacer para transitar por ese camino y ese algo son pequeños pactos, que nos arrastran por una vereda que tal vez no fue la que elegimos, pero es la que nos toca andar. Senderos que a veces son sencillos, en otras ocasiones retorcidos, cubiertos de fango o de arena, dificultan dar un paso. Es entonces, cuando vamos a quedar embarrancados de nuevo, cuando pactamos con nosotros y así, paso a paso nos vamos llevando por la edad adulta, sin saber muy bien a donde nos dirigimos, porque entre nuestros objetivos primitivos y nuestra realidad hay un mundo entero de distancia, de frustración, de cansancio, de hartazgo.
Tu vida no es la que soñaste, es distinta y no está del todo mal. Si consiguieras llegar a esa cima tampoco estarías satisfecho, se sincero. Y una vez sellado el trato puedes disponerte a caminar de nuevo, aunque no sepas muy bien a donde.