No llevaba mucho tiempo en aquél lugar, casi no había tenido ocasión de acostumbrarse a aquella atmósfera cuando notó que comenzaba a levantarse viento, un ligero viento de costado que soplaba agitando su piel como cuando juega el aire sobre la superficie del mar erizando oleaje, solo que en este caso, era su vello.
En un principio fue trémulo, casi como una brisa, pero a medida que prestaba atención a ese fenómeno intrigante, fue tomando cuerpo a su alrededor hasta rugir y, llegó un momento, que se introducía por sus poros, por su nariz, por su boca, por sus orejas, lo que le hacía apretar fuertemente los párpados.
El ruido se hizo infernal y el viento llegó a huracanarse impidiendo su respiración, asfixiando, angustiando... y... ¡Asustándola!
Permaneció unos segundos en tal situación pensando que era su fin, pero no, el viento aún se complicó más, pasó rolando de fuerza nueve a mucho más, como un torbellino que se convierte en un tifón asesino en cuestión de segundo, amenazando con desprender las ropas y dejarla desnuda, a la intemperie, a la vorágine, mientras notaba que de un momento a otro se desprendería a jirones la piel de su cara tal como si fuera ropa vieja curtida, quebrándose.
Y sus cabellos ya no lo eran, se zafaban del cuero cabelludo convertidos en verdaderos látigos que, en su loca y exuberante arrancada hacían brotar minúsculas gotas de sangre, que seguramente acabarían siendo como hilos finos de cataratas desbordadas, y además, en su golpeo febril, laceraban su cara y su cuello antes de ser absorbidos hacia el espacio por aquél endemoniado viraje de vendaval.
Lamentablemente, la peor parte se la llevaba el interior de su boca, porque permanecía abierta de par en par, mientras los labios estaban espatarrados sin control en una mueca grotesca que, tras haber estado dando bocanadas desesperadas a semejanza de un pez agonizante, conservaba apretada la mandíbula quisiera ella o no quisiera, de tal forma, que era incapaz de arropar carnalmente a los dientes, y su lengua estaba siendo obligaba a retroceder oprimiendo a su campanita, por lo que no podía pedir auxilio, solo desorbitar un ojo por el que había llorado desconsoladamente haciendo que apareciera una sequedad inhumana en el lagrimal que le hacía temer que de un momento a otro, el pobre ojo se le saliera de su órbita...

Y se juró que si salía de aquella, como científica que era, no volvería a aceptar ninguna invitación de sus correligionarios al túnel del viento, porque no tenía claro que no hubiese sido conejilla de indias a falta de voluntarios.
P.D.: "El ser humano es un animal al que le gusta experimentar en propias carnes pues a veces la imaginación se le queda corta..."
MariCari, la Jardinera fiel.
{¡B U E N A_____S U E R T E!}♥ ღ ♥
