Un vuelo a las estrellas

Publicado el 24 febrero 2013 por Marikaheiki

Cuando éramos niños todos nos hemos imaginado lo que queríamos ser al crecer. Yo me imaginaba teniendo aventuras increíbles, casi como cualquier niño, pero también tenía un especial interés por la arqueología y las pirámides, quizá debido a todas esas revistas de National  Geographic que mi padre aún conserva y que siempre excitaban mi imaginación con las historias del mundo. Pues bien, ahora que ha empezado este genial máster, he vuelto a rememorar  a través las historias de David Rull esa antigua fijación por el mundo antiguo y los misterios que guardan las entrañas de la historia, y por eso he pensado en compartirlo con todos vosotros, porque quizá a más de uno todas estas anécdotas y curiosidades también les haga picar el gusanillo como a mí y descubra nuevas pasiones por satisfacer.

La primera de esta serie que se titula Curiosidades del mundo tiene que ver precisamente con esas pirámides egipcias que tantos rompecabezas esconden.  ¿Fueron solamente  las tumbas de los faraones, de sus esposas y sus tesoros? ¿O fueron algo más, quizá, un observatorio astronómico? Desde siempre el mundo de las estrellas me ha fascinado, no sé si por su belleza o también porque a través de ellas puedo vislumbrar aunque sea en un fulgor la enormidad del universo. Los egipcios debieron pensar lo mismo, porque llegaron a estudiar con gran precisión el cielo y sus pequeñas habitantes doradas. De hecho es muy curioso, pero según nos contaba Rull, el pasadizo principal de las pirámides (nos ponía como ejemplo la de Keops), está perfectamente alineado con la Estrella Polar, la única que parece permanecer siempre fija en el cielo mientras que las demás van rotando con el movimiento terrestre. Seguro que la posición del pasadizo central tenía como misión guiar el alma del difunto hasta las estrellas.  Es una idea bonita, ¿verdad?

Además los egipcios ya conocían el poder de los números en la naturaleza, y como dijo Galileo, muchísimo después de que los egipcios ya hubieran aplicado esta idea a la construcción de sus pirámides:

La filosofía está está escrita en ese gran libro que está abierto permanentemente delante de nuestros ojos, el Universo, pero que no se comprende si antes no se conocen los caracteres con los cuales está escrito: la lengua de este libro es matemática y los caracteres son triángulos, círculos y otras figuras geométricas

Y es que hay más: toda la fisonomía de la pirámide parece girar en torno a todo un simbolismo numérico que parece haber sido calculado a la perfección. Por ejemplo, dividiendo la suma de los cuatro lados por el doble de la altura se obtiene 3’14, el número Pi, y dividiendo la superficie de la base por la superficie lateral, y la superficie lateral por la superficie total,  logramos evocar el pitagórico número áureo 1’618. Fueron unos señoritos ingleses los que hicieron estas averiguaciones, y tantas otras como que la altura de la pirámide es una millonésima de la distancia entre la Tierra y el Sol.

Así que ahora solo nos queda ir regla en mano a comprobarlo por nosotros mismos.  ¿Os apuntáis?


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