Una asignatura rebelde…

Lo que voy a exponer a continuación se entiende mejor si digo desde el principio que soy Virgo, y que si se miran las características de este signo zodiacal (no el horóscopo y sus predicciones), casi se puede ver mi resignada cara al lado, como ejemplo aclaratorio… Somos seres perfeccionistas, críticos, metódicos, puntuales, analíticos, exigentes, pulcros (unos más que otros, por supuesto), y los cambios que el transcurso de la vida va dejando en nuestra mente y nuestro cuerpo, no siempre son bienvenidos, por positivos que nos queramos sentir. En un mundo machista como este, esos cambios son aún más sufridos por las mujeres. Y todavía más si son nacidas al final del verano…
En la mediana edad femenina que me rodea, me encuentro con posturas muy variadas por parte de mis amigas/conocidas: las hay que se enfrentan con energía, optimismo y risas a esos cambios que los cumpleaños regalan. Las tengo que se encuentran derrotadas, exhalando negatividad y augurando el peor de los futuros. En el término medio nos situamos las que -como yo- asumimos la Ley de la Gravedad con la enigmática sonrisa de Leonardo, y vemos el vaso en su justa medida: ni medio lleno, ni medio vacío. Particularmente, no puedo dejar de constatar lo obvio, y el hecho de compartir mi vida con alguien parecido, no lo hace más fácil. A veces lo vuelve demasiado crudo. 

Me sorprende mi próximo aniversario con el mismo peso, prácticamente, que cuando me casé allá por 1993: 56 kilos. No me veo arrugas en exceso (mis fotos no llevan más retoque que algún efecto de luz/color), y la zona sobre la que me siento se mantiene erguida y orgullosa… En conjunto, le doy un Suficiente a mi físico (siendo generosa). Sin embargo, hay una asignatura que no apruebo a pesar de los numerosos consejos ajenos, y es que ¡de qué poco valen los consejos ante el carácter de una persona! ¿Que de qué asignatura se trata? La de ser inmune a las bromas o comentarios cáusticos sobre mi persona. 

Sé que lo maduro, lo correcto, lo deseable es reírse de uno mismo (eso lo hago), y continuar con el buen humor cuando sean otros quienes te imiten… ¡Cómo admiro a quienes tienen esa capacidad! Por un lado, estoy de acuerdo. Por otro, me rebela la habilidad del bromista de ensañarse con el (más bien “la”) de enfrente para hacer gracia. Es mi debate interior, mi suspenso constante…

Resumiendo: las mujeres que pasamos de los 40 años no necesitamos de halagos baratos e interesados por parte de quienes poco podemos importarles; queremos que quienes comparten nuestras vidas -o quienes aspiran a hacerlo- sean unos caballeros en toda la extensión de la palabra: atentos, educados, leales, fieles, considerados y respetuosos. En más de una ocasión nos sentimos vulnerables e incluso “deformes”, y el masculino dedo acusador, virtuoso en esquivar barrigas, calvicies, arrugas y demás beldades propias, está mucho mejor dentro del bolsillo del pantalón. Por ser fina, vamos.
Lo dicho, una asignatura rebelde. ¡Afús!
P.S.: La foto se tomó el 25/08/2014.