Revista Fotografía
Una casa en el cielo
Publicado el 01 mayo 2019 por Atom CobaltoY se hizo una casa en lo más alto de la montaña más grande para olvidarse de los hombres, de las pasiones y del sufrimiento. Trabajó duro para construir la empresa más grande que había soñado y, una vez arriba del todo, cerró las puertas a su pasado y a cualquier atisbo de relación humana.
No era cuestión de estar más cerca de Dios ni de otras cosas más allá de lo espiritual, era simplemente cerrar las verjas al contacto humano, a la decadencia, al fracaso, a las calumnias, a la violencia y las traiciones.
De su hogar hizo su locus amoenus y, por tanto, su palacio en el que él era tanto su rey como su lacayo.
Recordó, cuando trabajaba en los servicios sanitarios, que un hombre con esquizofrénia le comentó un día que "eran las antenas de las azoteas las que le impedían ver a Dios". Y él hizo de ese concepto la idea del resto de su vida: hacerse fuerte en lo alto de la piedra más gigantesca para limpiar su alma de las atrocidades de la Humanidad.
Apenas comía los vegetales que el pequeño terreno le daba y algún animal salvaje que caía en las redes. Pero pasaron los meses y algo no iba bien.
Cierto es que se encontró con sí mismo, que se conoció más si cabe y reflexionó sobre el sentido de la vida. Pero sugió un problema muy grave con el cual no contaba: Cómo poder avanzar sin enemigos que combatir. Cómo superar un problema, manejar un conflicto o solucionar un enfrentamiento de ideas si no tienes a nadie que te obligue a evolucionar.
Comprendió que la falta de esos conflictos no sólo le hacían estancarse en la Nada más absoluta, sino que, de algún modo, le hacía involucionar convirtiéndole en un ser primitivo y básico.
Dónde estaba la Cultura, los dilemas morales y los consejos que siempre daba pero nunca se aplicaba.
No por estar más cerca del Cielo uno se eleva espititualmente. El barro, la inmundicia, las palabras ofensivas, las traiciones y los retos que la gente te impone son las verdaderas razones para vivir y desarrollarse, Todo lo demás era huír. Huír del desamor, alejarse de la mezquindad, escabullirse del "no puedo", escapar de la rutina.
Cerró la puerta de su casa en el Cielo y bajó los miles de escalones para abrazar lo único en que podía confiar: la Realidad.